El próximo lunes Mauricio Macri recibirá en el Centro Cultural Kirchner a gremialistas, empresarios, senadores y diputados para discutir y consensuar las herramientas de política óptimas para implementar las reformas que se vienen.
Y si bien el foco de este encuentro estará centrado en las reformas, en el Gobierno se ilusionan con que esta reunión sea el puntapié inicial para construir un consenso político y social a la europea que permita seguir articulando de forma dinámica las relaciones económicas y sociales de una forma más aceitada que las que la política han permitido hasta ahora.
Hay una vieja disputa entre aquellos que dicen que primero hay que hacer crecer la torta y luego de haberla hecho crecer se verá cómo se reparte -asociados a la teoría del derrame- y los que sostienen que para que la torta crezca primero hay que redistribuir. Pero a esta disputa que estuvo en el centro del siglo XXI, Holanda le encontró la vuelta sentando a la mesa a todos para decidir en simultáneo cómo se iba a hacer crecer la torta, qué ponía cada parte y qué se iba a llevar después.
Holanda consiguió triplicar la creación de puestos de trabajo del promedio de Europa entre 1983 y 1996 y mejorar su PBY por capita. Crecimiento con inclusión y reordenamiento macroeconomico, es el modelo que entusiasma al macrismo.
Y dio resultado: Holanda consiguió triplicar la creación de puestos de trabajo del promedio de Europa entre 1983 y 1996 y mejorar su PBI per cápita. Crecimiento con inclusión y reordenamiento macroeconómico, porque en la puja trabajo-capital se solapaba también el tironeo por los recursos entre los sectores público y privado.
Tras la recesión de 1981 y 1982, Holanda se encontraba con 11% de desempleo, presión fiscal récord y 10% del Producto Bruto Interno (PBI) de déficit fiscal, elevada inflación y una deuda pública del 57,3% del PBI.
Holanda vio crecer al menos diez años la relación deuda/PBI a partir de entonces hasta que el crecimiento económico logró superar el crecimiento de la deuda, pero como el crecimiento fue sostenido y no volvió a tener un ciclo recesivo, el país salió adelante a partir de un consenso entre todos los partidos políticos, no solo la coalición gobernante, los gremios y los principales referentes empresarios. Y en este acuerdo, todos tenían que poner de su parte: el sector público se comprometió a reducir el gasto público y la presión fiscal, las empresas comprometieron inversiones y los trabajadores acordaron una reforma de la seguridad social que bajara aportes patronales a un tercio y permitiera bajar los costos laborales, flexibilización laboral y moderación de los reclamos salariales.
Cualquier parecido con la realidad argentina no es casual, como tampoco lo era el parecido con la de España antes de los Pactos de la Moncloa, una década antes. El caso español, no obstante, tuvo dos partes: en los años 70 la política y en los 90 la económica, por lo que el "modelo holandés" es un caso más transparente y cuyos resultados se tradujeron en un ciclo de crecimiento ininterrumpido de 25 años, entre 1983 y 2009, cuando se vio alcanzado por la crisis financiera mundial.
Sin embargo, Macri por el momento es más modesto en sus expectativas y aspira a lograr, en una primera etapa mesas de diálogo sectorial, que permitan allanar los obstáculos para el incremento de la producción en cada sector. Pero no por eso descarta poder avanzar en este modelo en el mediano plazo. Por eso, los días 8 y 9 de noviembre llegarán a la Argentina una delegación holandesa y otra española para compartir sus experiencias de Consejos Multisectoriales.
Acá, un Consejo Multisectorial implicaría la fusión del Consejo del Empleo la Productividad y el Salario Mínimo vital y móvil y el Consejo Federal de Trabajo. La creación de una mesa única que articule entre sectores y entre empresas y trabajadores sería tal vez una forma de flexibilización del poder de algunos sindicatos, ya que además de defender a los trabajadores activos afiliados, implicaría una defensa de los intereses de los trabajadores fuera del mercado.
En el caso holandés, significó un rebalanceo entre el caso británico (en la región adoptado por Chile) en el que los trabajadores negocian casi en forma individual con las empresas y el caso alemán (más parecido al Argentino) con corporaciones sindicales más fuertes gracias a la unidad por rama de industria.
Y también implicó una redefinición de equilibrios entre capital y trabajo. Durante los primeros diez años de crecimiento, los costos salariales bajaron y la baja redundó en mayor empleo, en más inversión, pero no en mejores salarios en términos reales. El crecimiento más marcado y generalizado de los salarios se registró una década más tarde. Siempre con sistemas de negociaciones colectivas como las paritarias argentinas.