La historia es propia de una justicia que se maneja como inepta o es cómplice directa de la delincuencia, no hay más explicación. En las últimas horas se conoció que nuevamente el sistema favoreció a los malos en detrimento del resto de los mortales, liberaron a un asesino que cumplía condena con el sólo hecho de ofrecer su "palabra de honor", a las pocas horas la policía lo capturó con droga valuada en más de $ 10 millones.
Cuando aún resuenan las fiestas de los denominados "viernes de joda", o el gravísimo caso de Villa Mercedes donde el violador confeso de una menor está bajo prisión domiciliaria a la espera del juicio provocando el desesperado reclamo social, llega una nueva desventura del sistema judicial, liberar a un asesino para delinquir.
La historia no tiene puntos dudosos, es tan clara y obscena que no se puede creer y deja dos variantes para analizar. La justicia es estúpida o cómplice. El relato de una historia berreta de serie pochoclera encuentra a Jonathan Vogel, un asesino que cumple prisión perpetua por matar al Comisario Sosa en diciembre de 2001, luego se fugó en un mueble de la penitenciaría, fue recapturado, condenado y puesto en libertad en las últimas horas bajo el juramento de "palabra de honor". Volvió a delinquir, esta vez en el narcotráfico, ámbito que conoce ya que manejaba la droga desde la cárcel en una causa de 2015. Esta vez tenía droga valuada en más de $ 10 millones.
Los antecedentes no fueron suficientes, la figura legal parece una tomada de pelo y las consecuencias graves para todos, un asesino suelto que trabaja en el narcotráfico. Todos indefensos a merced de jueces que en principio podrían ser estúpidos, corruptos y tal vez cómplices.