Diabéticos podrán olvidarse de las inyecciones con un nuevo método

El tratamiento, pobrado en ratones, consiste en una cápsula que contiene células modificadas que detectan cuándo deben liberar insulina.

Los enfermos de diabetes podrían dejar de tener que inyectarse insulina para regular la glucosa que debe contener nuestra sangre. Los fastidiosos pinchazos diarios podrían ser reemplazados por un sencillo implante, con forma de una bolsita de té, que contiene células modificadas genéticamente para liberar automáticamente insulina cuando es necesario. Así uno dejaría de preocuparse constantemente.

La pequeña cápsula, que se colocaría debajo de la piel, se ha probado en ratones diabéticos y consiguió mantener a raya los niveles de azúcar durante semanas. El avance es, a ojos de los investigadores de la Universidad de Basilea (Suiza), enormemente relevante. Lo es porque se estima que el 10% de las personas del mundo sufrirá algún tipo de diabetes para 2040 y, desgraciadamente, las inyecciones actuales no son perfectas controlando los niveles de glucosa, lo que acarrea a la larga complicaciones como daños en la vista o en el corazón.

"Debemos de ser capaces de hacer algo mucho mejor", dijo el autor principal del estudio, Martin Fussenegger. Y ese algo mejor pasa por convertir a las células del riñón en unas células robustas que no fallen. Dentro de esa cápsula que se implanta, se encuentran células renales -llamadas HEK- alteradas, a las que se ha introducido dos genes para volverlas eficaces e inteligentes.

Uno de los genes se encarga de hacer que esas células sean sensibles a los niveles de glucosa, mientras que el otro es como un profesor que las instruye para que cuando detecten que es necesario, bombardeen insulina.

La sorpresa que apunta el estudio es que las células modificadas que hay en el implante son tan buenas alumnas que resultan ser mejores vigilantes y medidoras de azúcar que las propias naturales de nuestro organismo que realizan esa función.

"Es difícil entender por qué las nuestras son mejores que algo que en nuestro cuerpo evolucionó durante millones de años", confesó Fussenegger a The Guardian. "Muestra que, como ingenieros, pensando racionalmente, también podemos hacer un trabajo muy bueno", ironizó.

Si todo va conforme a lo esperado, tras conseguir la licencia para los ensayos clínicos, se comenzaría a probar esta tecnología en pacientes dentro de dos años. Serviría tanto para los que sufren diabetes de tipo 1 como de tipo 2 y se podría comercializar a gran escala debido a que no es necesario que sean cápsulas modificadas individualmente para cada persona. Valdrían para todos las mismas.

Una especie de bolsita de té porosa apenas imperceptible debajo de nuestra piel que se cambia tres veces al año podría ser el nuevo tratamiento que diga adiós a cogerte un michelín de la tripa para inyectarte la insulina que te falta. ¿Qué enfermo de diabetes no firmaría ya para ese cambio?

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