El Antiguo Templo de “Santo Domingo” es considerado como la reliquia edilicia más valorada de la ciudad puntana. Primero porque ha sido testigo de parte de la historia religiosa y también social de la ciudad, desde su construcción en el siglo XVII.
Se encuentra emplazado en la manzana sur de la Plaza Independencia; cuatro cuadras que tienen importancia histórica porque pertenecieron a la Orden de los Dominicos, quienes con su obra tuvieron un protagonismo en la sociedad de San Luis.
Las obras de puesta en valor significaron para el Estado una inversión superior a los $5.000.000 y comenzaron en noviembre del año pasado. Su fecha de finalización se extendió algunos meses más de lo previsto ya que por tratarse de una construcción antigua, hubo tareas específicas que tuvieron que realizarse a mano y con cuidados especiales, según destacó la jefa del Subprograma Ejecución de Obras de Arquitectura, Claudia Pagano.
Para reparar el desmoronamiento que sufrió el templo, los trabajos se realizaron con el mismo tipo de material utilizado originalmente. Para los adobes, se llevó a cabo un análisis destinado a detectar qué material se utilizó en la fabricación, y luego se confeccionaron nuevos adobes, hechos con los mismos componentes. También se trabajaron las veredas y la iluminación exterior.
Pagano destacó que la estructura, las puertas, el techo, el piso y todo lo que tiene valor patrimonial fue restaurado por especialistas en patrimonio cultural. Para el piso en particular, se extrajeron todos los mosaicos para renovarlos y luego colocarlos cada uno en su lugar original, luego de realizar en el suelo trabajos de aislación y protección. “Para la fachada se utilizaron materiales modernos que permitieron mantener la simplicidad de la construcción, siempre contando con asesoramiento de los especialistas. En un sector del interior se restauraron los pisos que son de ladrillón”, agregó la funcionaria.
La construcción del solar, durante los años 1836 y 1838, fue impulsada por el gobernador José Gregorio Calderón, cuyos restos descansan actualmente en el interior del edificio junto a su esposa, Victoria Tula. Pero también allí reposan los restos del obispo Fray Nicolás Aldazor.
En 1866 el gobernador Justo Daract hizo construir sobre el atrio el campanario que fue demolido en 1940. Ese año, el gobernador Toribio Mendoza logró que el Estado provincial comprara el edificio, que ya había sido desacralizado como Templo para celebrar la liturgia. Las actividades religiosas se trasladaron al templo contiguo.