¿El último César?: Coincidencias históricas entre Rodríguez Saá y el odiado emperador Nerón

El 19 de julio del año 64 comenzó lo que la historia recuerda como el mayor incendio de Roma, el siniestro duró seis días y destruyó la ciudad. Los historiadores coinciden en señalar a Nerón como el máximo responsable.

¿Qué motivó al emperador romano mandar a quemar la ciudad que gobernaba?, quizás los rasgos su personalidad, que marcaron a fuego el poder que ejerció, puedan darnos pistas precisas sobre esa inquietud. Del mismo modo podemos trazar un paralelismo con el actual gobernante de San Luis, al igual que Nerón tiene un manejo absoluto y autoritario del poder.

"Que la historia me juzgue", dijo un político contemporáneo años atrás en el debate de una ley en el Senado, casualmente el Senado era en la Roma de hace 2000 años atrás el epicentro de las discusiones y debates políticos en el dictado de las normas que reglaban la vida y en mayor medida de la aprobación de las decisiones de los emperadores.

El historiador español José Manuel Roldan redacta en su libro "Césares", en el capítulo dedicado a la vida y obra de Nerón, que el emperador "vino al mundo el 15 de diciembre del año 37, su padre, Domicio Ahenobardo, respondió a las felicitaciones de sus amigos con el siniestro comentario de que  de Agripina (madre de Nerón) y de él no podía nacer más que algo detestable y fatal para el mundo". La afirmaión del padre del futuro gobernante romano fue una premonición de lo que le esperaba al pueblo.

Roldan agrega que "los rasgo negativos de Nerón han acompañado desde la Antigüedad a hoy su imagen, hasta modelarla como uno de los peores monstruos que ha producido el género humano…. su compleja personalidad y su descabellada acción personal, que aniquiló, al tiempo que su propia vida, y la descendencia de Augusto , y sumergió a Roma, tras un siglo de paz interna, en los horrores de una nueva guerra civil".

Las estrategias utilizadas por Nerón para perpetrarse en el poder y sobre todo para borrar de la historia a su antecesor son de características similares, desde su concepción ideológica, a las que utiliza en la actualidad Rodríguez Saá. El romano, ni bien accedió al poder tras la muerte, a la que los historiadores coinciden en definir como dudosa, del emperador anterior, fue la de aniquilar cualquier vestigio de lo que había sido el gobierno que lo antecedió.

Nerón buscó por todas las formas de silenciar a su antecesor y de fundar una nueva idea de gobierno en la que las dádivas, la demagogia y el populismo eran las armas elegidas. Logró ridiculizar al gobernante anterior, se burló de sus defectos físicos y emprendió una campaña para demonizarlo. Algo parecido a lo que los sanluiseños vivieron en los últimos 18 meses.

La obsesión del emperador por construir una nueva imagen, superior y absoluta, lo llevó, según documentación histórica aportada por el historiador romano Cornelio Tácito, a quemar la ciudad de Roma en la madrugada del 19 de julio del año 64. El emperador, según los rumores a los que hace mención Tácito en su legado se habría encontrado observando el desastre desde la torre de Mecenas y cantando su poema El saqueo de Troya.

Inmediatamente y mientras duró el fuego, el César ordenó acoger en edificios públicos a los que habían sufrido  pérdidas materiales a manos del siniestro. No sólo eso, distribuyó provisiones y trigo a bajo precio. Casi al tiempo que Roma pereció bajo las lamas, Nerón junto a sus arquitectos comenzó a diseñar la reconstrucción de la ciudad para la que se valió de gastos siderales y emprendió la construcción del nuevo y gigantesco palacio imperial, parques, fuentes, lagos, bosques, "donde materializaba el nuevo gusto artístico", agrega el catedrático Roldán.

Sin dudas la destrucción de Roma, que encontró como chivo expiatorio para el gobernante al Cristianismo que había surgido unas décadas atrás, sirve perfectamente para entender como afecta el poder en ciertas personalidades. Es quizás Rodríguez Saá el último César contemporáneo, las similitudes en querer fundar una nueva historia que lo ubique en el centro de la acción es lo que convirtió a Nerón en el despiadado emperador que, en está pequeña síntesis, se describe.

Para terminar de entender las sorprendentes coincidencias entre los personajes que son objeto de estas líneas periodísticas, hay un dato por demás importante. El gobernante que antecedió a Nerón y que provocó su ira, despertando en su personalidad envidia, odio y obstinación se llamaba Claudio.

 

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