En los últimos 7 años Bariloche ha tenido 4 intendentes. Gustavo Gennuso, el candidato de Juntos Somos Río Negro, el partido del gobernador Alberto Weretilneck, llega al poder sabiendo que la sociedad barilochense no es especialmente estable. Su contrincante, la intendenta kirchnerista María Eugenia Martini, a la que acaba de derrotar por 25 puntos, reemplazó al peronista Omar Goye quien dejó el cargo después de los saqueos en 2012. Antes, la gestión del radical Marcelo Cascón tampoco había sido fácil.
Gennuso festeja pero no quiere que su triunfo sea asociado a la figura del candidato del Frente Renovador, Sergio Massa, que no paró de elogiarlo en los últimos meses. “No tengo nada que ver con él y que nos vinculen me hace daño. Yo le debo a Weretilneck”, le advierte a Clarín.
El domingo Martini fue abandonada por los vecinos que hasta el año pasado la apoyaban con fervor. Una reciente encuesta encargada por Weretilneck indicó que un 65% de sus habitantes “no la votaría jamás”. La peronista K perdió incluso en el Alto, el barrio más humilde de la localidad, en el que Martini mantenía excelentes relaciones con las juntas vecinales.
Bariloche está social y económicamente partida en dos. En el Alto viven 60 mil personas en condiciones de pobreza. Carecen de redes de gas, agua potable y electricidad. Mientras que el Bajo, a orillas del lago Nahuel Huapi y hacia los “kilómetros”, está ocupado por la clase media y alta, cuyas casas forman parte del bello entorno natural. Abundan los descendientes de los inmigrantes europeos que llegaron a la zona durante la Segunda Guerra Mundial.
La salida de Goye fue producto de una pueblada en el sector alto. Unos 500 vecinos tomaron por un día los supermercados del barrio. Cristina Fernández culpó a Goye de los desórdenes al tiempo que ordenó su salida. Martini lo sustituyó en medio de la emergencia. Su gobierno intentó ordenar las cuentas públicas y realizar obras en una ciudad que hace años necesita una fuerte inversión en estructura.
Los alrededor de 2.500 a 3.000 millones de pesos que derraman sus 800 mil turistas anuales no alimentan las arcas municipales. Mientras tanto la polarización se mantiene inalterable. Entre 1990 y el 2000 llegaron a la zona entre 30 y 35 mil personas desde otras localidades y de los países limítrofes. La mayoría encontró trabajo en la construcción. Pero cuando el boom turístico y los créditos declinaron la mano de obra se quedó anclada.
Hoy el presupuesto total del municipio está volcado a los salarios de sus 1.800 empleados. Bariloche carece de recursos propios. Para arreglar sus calles o cambiar su vereda necesita que le llegue financiación desde Viedma o Buenos Aires. Y en la última década el dinero no abundó. La gente también está muy desencantada. El domingo, los votos en blanco para concejales fueron del 10,39%, en tanto que los votos en blanco para Contralor llegaron al 13,67, casi tantos como los que sacó el FPV en este ítem.
"En el Alto la población se acostumbró a pedir poco y eso se transformó en un círculo vicioso. Ellos piden poco, los gobernantes les dan poco. Si yo fuera ellos pediría muchísimo más”, asegura Gennuso. Gennuso es ingeniero nuclear, propietario de una abundante biblioteca y un trabajador social histórico en barrios marginales. Una ser extraño en una escena política local bastante más ruda. “Si no creyera que podemos resolver la pobreza en Bariloche no me habría postulado. Lo vamos a hacer con la provincia y con Nación”, advierte. Lo cierto es que desde que asumió el propio Goye, en Bariloche la obra pública empujada por el Estado nacional es escasa.