Dicen que sólo unos pocos sabían en qué parte del museo de la Boca que lleva su nombre se guardaba la máscara mortuoria del pintor Benito Quinquela Martín. No estaba en exposición, sino en el depósito. Hasta que un buen día, tras una llamada telefónica que hablaba de la pieza, alguno de los empleados de la institución fue a revisar el compartimento en el que resposaba y ¡sorpresa! la máscara no estaba allí.
Corría el año 2013. Pero vayamos al principio de esta historia cuyo final parece feliz: la máscara ya está a disposición de la Justicia y pronto será restituida al Museo. Este será uno de los temas tratados en el primer seminario sobre Comercio y Prevención de Tráfico Ilícito de Bienes Culturales, que tendrá lugar mañana y el martes, en la Universidad del Museo Social Argentino.
Todo comenzó el día que el pintor Ricardo Celma vio la máscara en MercadoLibre: “llamé al Museo para decirles que había visto esa máscara en venta en Internet y me dijeron que esa pieza no existía”, contó Celma a Clarín. “Entre llamadas al Museo y desinterés por parte del mismo, pasaron los días”, dijo Celma, y cuenta que decidió comprar la máscara –que se vendía por 1.500 pesos pero que, tras negociar, compró por 800– para verla de cerca. “Al tenerla supe que no era falsa, ¡era la cara de Quinquela!, volví a llamar al Museo y les dije que la había comprado y que quería donarla, hasta les mandé fotos por mail, pero nunca me respondieron”, dije el pintor.
En charla con Clarín, el director el Museo, Víctor Fernández –que entonces era su curador– aclaró que: “es cierto que no le hicimos mucho caso”, dijo, “pero cuando nos envió las fotos de la máscara y se comprobó que había desaparecido, llamé a Interpol y los denuncié”.
Así fue como un par de semanas después, Celma vio la máscara en una de las placas rojas de Crónica TV con un texto que lo interpeló: “La pieza más buscada por Interpol”. “No lo podía creer”, asegura el artista, y cuenta que llamó a Interpol y les llevó la máscara. “Todo fue muy raro, lo denunciaron pero a mí no me hicieron caso”, dijo Celma. El director del Museo aclaró que “por protocolo, lo primero que había que hacer era la denuncia”.
Comenzó entonces el proceso para determinar si la pieza era realmente la máscara mortuoria del pintor de La Boca. Una fuente del área de Coordinación de Recuperación y Conservación del Patrimonio Cultural, dependiente del Ministerio de Economía y Finanzas aseguró a Clarín que “la máscara es verdadera” y contó que “en colaboración con el Hospital Garraham se hizo una tomografía computarizada de la máscara para ver, en 3D, las distintas capas que la estructuraban. Después, en el Instituto de la Cárcova, se hizo un estudio químico para saber sus componentes”. “Así se determió su composición y el año fabricación”, dijo, “que coincidió con la década de los 70” –Quinquela murió en 1977.
Otra fuente, cercana al área de Patrimonio Cultural de Interpol, confirmó a Clarín que “las pericias terminaron y, ya confirmada su autenticidad, la máscara será devuelta al Museo, pero la investigación sigue abierta”. La misma fuente contó que “el problema de los museos son las obras sin inventariar” y añadió, “y la mala fe de los empleados que, a veces, roban cosas”.
Fernández, que fue el encargado de ir a Interpol a reconocer la pieza, aseguró que recuperar la máscara era una de sus prioridades, pero no la única: “estamos trabajando para detectar cómo pudo salir del Museo y generando las condiciones para que no vuelva a pasar nada parecido”. También aseguró que le había enviado a Celma una nota de disculpa y agradecimiento por su ayuda.
Desde Interpol dicen que, actualmente, registran 40.000 obras de arte robadas en todo el mundo, y aseguran que la dejadez es un problema: “si no tienen nada registrado, ni inventariado ni fotografíado, es muy difícil poder recuperar una obra”.