El Oktoberfest alemán tiene lugar en el campo de Theresienwiesen (Wiesen para los locales) en honor a Teresa de Sajonia. Allí se ubican las 35 carpas de las distintas cervecerías que tienen una capacidad para albergar 4,5 millones de personas con la esperanza de que los 7 millones que convoca anualmente el Oktoberfest, no vayan el mismo día. Se estima que anualmente se consumen 7,5 millones de litros de cerveza y que la población de Múnich se multiplica en un 600%, motivo por el cual, varios locales deciden alquilar sus departamentos o incluso el piso de su departamento a precios desorbitantes.
Los visitantes vienen de distintas partes del mundo, la mayoría de países de la Unión Europea, pero también de Canadá, Estados Unidos, Australia e incluso hay una semana bautizada como la “semana italiana”; la llegada de turistas provenientes de este país es tal, que también llega apoyo de la policía italiana.
La entrada a la fiesta es gratuita, pero el maß de cerveza (chop de 1 litro) cuesta aproximadamente 10 euros. En Baviera hay más de 600 fábricas de cervezas, pero solamente pueden montar una carpa en el Oktoberfest aquéllas que se ubican dentro de los límites de Múnich. Y más que una carpa, lo que montan son edificios colosales con capacidad para albergar a miles de visitantes. Las cervecerías más famosas son: Agustiner (1328), la más antigua de la ciudad que tiene como norma ni exportar ni hacer publicidad; Hofbräu (1589), sin duda la más conocida, la cerveza real; Paulaner (1634), la más joven e internacional; Löwenbräu (1524), la del león; Hacker-Pschorr (1417), con su tapón de botella a presión monta una de las mejores carpas del Oktober y Spaten (1397), la menos popular pero si muy conocida por su Weiβbier, cerveza de trigo, Franziskaner. Conseguir una mesa en una de estas carpas puede resultar una misión imposible si se llega tarde, o en fines de semana. Por ese motivo se recomienda ir en la semana, reservar con mucha anticipación o madrugar. Desde las 7 de la mañana hay gente que empieza a formar filas con la ilusión de encontrar un lugar y vivir el Oktoberfest desde adentro. Las puertas de las carpas se abren a las 10 de la mañana y el cambio de humor en el ambiente es notorio cuando se asoman las camareras con más de 10 cervezas en la mano; y un dato no menor: cada maß de cerveza pesa 2 kilos. Dentro de la carpa se escuchan bandas de música tradicional alemana para brindar y beber, la gente baila arriba de los bancos y el tema que más se repite es el “Ein Prosit”, la canción con la que se brinda y más se toma. Pero no todo en el Oktoberfest es cerveza. Para comer, lo más típico es acompañar la cerveza con un plato de medio pollo, también las famosas salchichas (Frankfurts, Bratwurts, Brühwurst, Pimmelwurst o Weisswurst) o cerdo acompañado por Spätzle (una especie de pasta) o el Klöße, (pasta de harina con huevo y papa) y salsas.
El Oktoberfest es entretenimiento para todas las edades, y aunque cueste creerlo, no todo es cerveza en este festival. En el predio se ubica un inmenso parque de diversiones y tiendas que venden dulces y distintas especialidades bávaras. También hay fechas que son “family friendly”: todos los martes los precios de los juegos en el parque se reducen a la mitad y la familia puede disfrutar de las distintas montañas rusas, calesitas, paseos en pony y todo tipo de entretenimiento. Además hay carpas como la de Augustiner pensada para las familias por su tranquilidad y especial amabilidad del servicio.
Una vez finalizado el Oktoberfest, la lista de "objetos" perdidos es interminable, y va desde juegos de llaves, celulares, billeteras y hasta niños, alianzas y dientes postizos. Varios entre cerveza y cerveza pierden su pasaporte, motivo por el cual la embajada australiana por ejemplo, decidió abrir una sede en Múnich.