Difícil que en noviembre de 2019 alguien celebre que Deckard vuelva de su retiro en Blade Runner. O que en octubre de 2017 haya ansiosos por identificar el Día del Juicio como se vio en Terminator: Génesis. La primera es una película de culto, emblema de la ciencia ficción, y la segunda es parte de una franquicia adorada. Pero no. Algo les falta que Volver al Futuro tiene, y que hace que muchos hoy digan maravillados: "Marty está llegando del pasado".
El 21 de octubre de 2015 llegó. Es presente, es hoy. Se lo esperaba con esperanza lúdica, como se espera la llegada de un cometa muy brillante que se acerca por un rato para volver a perderse en el espacio. Con Volver al Futuro 2 y la mágica fecha del 21/10/15 lo que ocurre es que se acerca un amigo entrañable, que llega a visitarnos. Un amigo que se vuelve tangible y se mete en la realidad antes de perderse nuevamente en la fantasía.
El cariño que despierta la saga se le dedica sólo a un grupo de elegidas. Película antizapping definitiva, es casi imposible no quedarse unos minutos al encontrarla cambiando de canales. Qué importa si acertó con tal o cual artefacto electrónico en su visión del futuro. Qué importan sus errores de continuidad o sus agujeros en el guión. La amamos, y la gran pregunta es por qué.
Un listado de razones más o menos arbitrarias no puede excluir el vínculo perdido con los cines de función doble y -clave- con el tacto del VHS. Tampoco esconder que se trata de un relato clásico, pero metido en un prisma de géneros luminoso.
Algunos despistados todavía se preguntan por qué es tan querido el producto de un género raras veces masivo (y muchas bastardeado) como la ciencia ficción. Y es que, vamos…¿ciencia ficción? Volver al Futuro entera, la saga completa, es la multiprocesadora perfecta de géneros. Es ciencia ficción, pero también aventura, comedia "de preparatoria", una buddy movie, fantasía distópica en la segunda parte, película romántica y western en la tercera…. Un plato genial hecho con material común. El ingrediente secreto es la ausencia de ingredientes secretos.
Los actores. Christopher Lloyd toma un personaje al que otro actor habría convertido en un manual de lugares comunes y lo transforma en el compañero perfecto, el tío atolondrado que todos tuvimos. Es un sidekick raro, pero efectivo, para el que la ciencia es una travesura que justifica la promesa incumplida de una bomba de plutonio a un grupo terrorista.
Y Marty. Es imprescindible ver las escenas que llegó a filmar Eric Stoltz como Marty McFly para terminar de entender lo grandioso de Michael Fox como protagonista. Stoltz se pasea con gravedad por escenas que reclaman otro tono, otro peso. Donde Stoltz se reconcentra con gesto de Actor’s Studio, Fox avanza con el paso ágil de un elfo. "La vida es un problema", parece decir el primero. "La vida es juego", retruca con sonrisa canchera el dueño absoluto del papel.
Ese cambio de actores en pleno rodaje fue uno de los factores que contribuyeron al mito. Fox estaba atorado por las grabaciones de la serie Lazos familiares (su otro papel definitivo, el del adorable republicano -valga el oxímoron- Alex P. Keaton). Stoltz lo reemplazó, no anduvo y obligó a la producción de la película a acordar con la NBC para que Fox pudiera filmar en doble turno, la serie y el filme al mismo tiempo.
Hay muchos más elementos mitológicos. El "Continuará…" al final de la primera película era una broma, ya que no había ni guión ni planes para una segunda parte. El proyecto, cuya forma original era muy diferente, estuvo cuatro años vagando de estudio en estudio, acumulando rechazos. Jennifer Parker, la novia de Marty, es Claudia Wells en la primera película y Elizabeth Shue en la segunda. Hay muchas más anécdotas y curiosidades alrededor de las películas. Muchas, muy jugosas. Todas están profusamente contadas en la web. Y hacen crecer más el cariño.
En medio de todo eso, como eje indestructible, el camino del héroe. Marty McFly pelea inicialmente por su vida, básicamente en toda la primera película. Después, yendo y viniendo del pasado al futuro, defiende lo único que importa más allá de la propia existencia: la familia que lo engendró, la familia que supo formar, la amistad que construyó.
Las lecturas son múltiples. Profundas, pero no con el tono pretencioso de un Haneke o de un Malick, sino con la profundidad de una sobremesa de café. Y se van descubriendo capa a capa, con el paso del tiempo.
Quien escribe disfrutó en la niñez sólo de la aventura pura. Luego, entendió la tentación de la trampa y sus peligros (cuando Marty quiere llevar al pasado un libro con resultados deportivos, para ganar apuestas). Y más tarde descubrió que hay que elegir las peleas a dar (hay provocaciones -"¡Eres un gallina McFly!"- que conviene dejar pasar).
La última revelación ocurrió hace poco, aunque estuvo a la luz todo el tiempo. Al final de la primera película, Marty descubre que un efecto "colateral" de sus aventuras del pasado es que sus padres y sus hermanos son más felices. Más "exitosos" al estilo Reaganomics, sí, pero también más felices a secas. Eso, al parecer lateral, termina siendo una revelación central: los hijos desafían a los padres y los obligan a crecer. Los obligan a ser mejores. Con máquina del tiempo o sin ella.
Crecer, pero sin perder la fantasía de que hoy, 21 de octubre de 2015, Marty llega a su futuro, nuestro presente.
Llega un amigo entrañable. Salgamos a buscarlo.