“¿Qué sabemos en realidad sobre la muerte de Osama bin Laden?”. Eso mismo se pregunta el diario estadounidense ‘The New York Times’. El rotativo ha publicado un extenso reportaje en el que pone en duda la versión oficial de la muerte del líder de Al Qaeda a manos del ejército americano.
El presidente de EE.UU., Barack Obama, declaró con un tono solemne el 5 de mayo de 2011 que Bin Laden había fallecido en Pakistán. “Se ha hecho justicia”, subrayaba durante el anuncio. En aquel discurso, Obama no entró en detalles y sólo precisó que su muerte había tenido lugar en una mansión de Islamabad. Había muerto en un tiroteo con soldados de Estados Unidos y las autoridades paquistaníes no sabían nada acerca de la incursión.
El prestigioso diario, no obstante, cuestiona la versión oficial de su muerte y señala que se trata de otra historia convertida en mito. El pasado mes de mayo, y coincidiendo con el cuarto aniversario de la muerte de Bin Laden, el premio Pulitzer Seymour Hersh afirmó que el líder de Al Qaeda era prisionero del servicio secreto de Pakistán y que su cuerpo fue arrojado a las montañas del Hindú Kush.
Hersh afirmaba que los militares estadounidenses habían recibido asistencia de funcionarios paquistaníes de alto nivel, que tenían retenido a Osama bin Laden como prisionero. El galardonado periodista aseguró, además, que los restos mortales fueron arrojados a las montañas del Hindu Kush durante el vuelo de regreso a Jalalabad en helicóptero.
Ahora, The New York Times señala que Hersh podría estar en lo cierto. En el reportaje, el también Pulitzer Steve Coll apoya la teoría de Hersh de que EE.UU. pagó 22 millones de euros a un ex general paquistaní para localizar al líder del grupo terrorista. El artículo también señala que las autoridades paquistaníes tenían a Bin Laden bajo arresto domiciliario en Abbotabad, y que su cuerpo fue arrojado al mar desde uno de los ascensores del portaviones nuclear Carl Vinson, tal y como describió Mark Bowden, periodista de ‘Vanity Fair’.
The New York Times acusa al gobierno estadounidense de convertir el episodio de la muerte de Bin Laden en una operación propagandística.