El Gobernador está dando los pasos inequívocos hacia el ostracismo, el vació de realidad que embarga sus días se vio plasmado en su ultima aparición pública en la Apertura de Sesiones Ordinarias.
El pasado miércoles 30 de marzo, en horas de la tarde, el INDEC precisaba que el segundo semestre de 2021 cerró con 37.3% de pobreza en el país afectando a 17 millones de habitantes. La misma medición aseveró que San Luis se transformó en uno de los tres distritos más pobres de la Nación y en el que más creció, en los últimos años, el nivel de pobreza llegando a la alarmante cifra de 47.8%. Un triste récord que afecta el presente y el futuro de una generación de Sanluiseños.
A menos de 48 horas de semejante anuncio histórico, que resulta una cacheta de realidad insoslayable, el Gobernador de San Luis caminó directo a la legislatura, ensayó un discurso envuelto en una niebla de realidad. Quizás la misma nebulosa que opaca sus últimos días de poder. Bajo ese manto de mentiras y verdades acomodadas a su situación, Rodríguez Saá evitó referirse a la pobreza, no mencionó los números de la catástrofe y sus derivaciones, mucho menos anunció un plan que busque paliar la situación social, que contenga ejes como educación y trabajo.
La burbuja en la que vive el Gobernador y que pretende extender al resto de la sociedad es la misma que viene alimentando desde hace años, un camino sinuoso que corre de forma paralela a la realidad y que por momentos, de manera inevitable, se cruza y choca de frente con la realidad cotidiana.
Así transcurren los días de Rodríguez Saá, alimenta su propio poder con látigo, busca justificar su anárquica forma de gobernar y propone a la fuerza a su Vice en ejercicio para atentar contra la justicia, se justifica como aquel que busca creer su propia mentira, expone excusas, trae de los pelos situaciones históricas que nada tienen que ver con el caso de San Luis y con este contexto político y social. Otra vez la catarata en los ojos del que gobierna.
Nadie en su sano juicio podía aventurar un final de ciclo exitoso, después de 40 años la soledad es la única consejera de un hombre que lucha contra sus demonios, que lejos de expulsarlos busca con ellos seguir moldeando una sociedad que sufre, como nunca antes, el hambre y la desesperanza. Es la Crónica de un final anunciado, un gobernante que creer saber, que intenta convencer de sus limitadas capacidades, que reparte culpas de sus propias desventuras y errores, que en el ocaso de su vida política inventó un mundo irreal, una realidad paralela en que no existe el dolor y el sufrimiento, en la que gobierna bañado de éxito y elogios.
Rodríguez Saá en su última aparición pública nos dejó el más claro mensaje de las últimas décadas, se mostró errático, fuera de tiempo y se recostó en sus propias mentiras, el final más anunciado y menos pensado pensado, al menos, por él.