En la Argentina se genera una tonelada de basura cada dos segundos. Pero se recicla una pequeña proporción de esa cantidad. Qué es lo que tiran los argentinos, cuáles son las políticas públicas presentes y qué modelos se pueden copiar.
Hay normativas e iniciativas estatales y privadas que apoyan la recuperación de residuos. Cooperativas de recicladores urbanos, contenedores y puntos verdes. Pero aun así, el problema de la basura sigue siendo un desafío colectivo, tras décadas de batallas, algunas perdidas y otras ganadas. ¿Qué pasa que la Argentina recicla poco?
Los especialistas lo atribuyen a la falta de un régimen unificado que disponga reglas claras para la industria, la discontinuidad en las medidas, los permanentes recambios de las autoridades gubernamentales, la escasa educación ambiental y los pocos controles y penalidades.
A ello se le suma la exigua, por no decir casi nula, información que existe sobre el tema y la dificultad para acceder a ella.
ada dos segundos, el país produce una tonelada de basura. Una fracción grande de ella termina en rellenos sanitarios que están al borde del colapso. ¿Cómo reciclarla? Esta una pregunta cuya respuesta encierra uno de los problemas más serios que enfrentan los grandes aglomerados urbanos. Y las ciudades de la Argentina no son la excepción. La clave: profundizar el cambio cultural para dejar de pensar al residuo como un desecho y entenderlo como un recurso.
Los residuos que el mundo y la Argentina generan
En la actualidad, el mundo produce alrededor de 1500 millones de toneladas anuales de residuos, lo que alcanzaría para cubrir la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) hasta la altura equivalente a un edificio de siete pisos, tal como indica el último Informe del Estado del Ambiente, elaborado en 2017 por el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sustentable (MAyDS) de la Nación.
Este volumen aporta casi el 5 por ciento de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero (GEI), que producen el cambio climático. El Banco Mundial prevé que la cantidad incremente un 50 por ciento para 2025, lo que plantea una problemática aún más compleja. En este contexto, los países en desarrollo enfrentarán los mayores retos, ya que sus recursos para atender dificultades ambientales son limitados. El panorama se agrava si se considera que alrededor de la mitad de la población global carece de una adecuada disposición final para sus desechos, el último paso en su gestión, que comprende las operaciones destinadas a lograr su depósito permanente.
Es que la composición de los desechos generados por el hombre impide su asimilación, a diferencia de los de las demás especies, que son reciclados por la naturaleza. En las décadas más recientes, los procesos industriales dieron lugar a una infinidad de materiales sintéticos que, al no degradarse de forma natural, se acumulan en el ambiente. La explosión demográfica, el avance de la urbanización y la expansión del consumo bajo la modalidad de usar y descartar provocaron un crecimiento exponencial de los residuos. Esta acumulación de materiales no degradables, o de muy lenta descomposición, produce graves efectos sobre el entorno, traducidos en contaminación y degradación.
Según la Dirección Nacional de Gestión Integral de Residuos (DNGIR), dependiente del MAyDS, la Argentina se ubica entre los países de rango medio en generación per cápita diaria de residuos sólidos urbanos (RSU), basura proveniente del ámbito residencial, comercial, sanitario o industrial. El promedio diario de desechos por habitante es de 1,03 kilos, equivalente a casi 45.000 toneladas diarias para el total de la población (una tonelada cada dos segundos) y alrededor de 16,5 millones cada año. O lo que puede compararse con una pirámide de 85 metros de base y la altura del Aconcagua, de 6.960 metros, como afirma el citado Informe del Estado del Ambiente.
No obstante, las cifras varían de acuerdo a cada jurisdicción. No existe a nivel nacional una política que regule la recolección de residuos. Se trata de una responsabilidad municipal, por lo que cada distrito decide cómo abordar la cuestión, en base a sus capacidades y recursos económicos.
La composición de los desechos
Se estima que los RSU son la mayoría de los desechos. Entre ellos, la basura doméstica encarna la problemática más significativa: aproximadamente la tercera parte está formada por papel y derivados, mientras que el resto se compone por plásticos, vidrio, metales y pilas. Desafortunadamente, la Argentina no cuenta con un estudio global sobre la composición de los RSU. Un documento realizado en el marco de la Estrategia Nacional para la Gestión Integral de Residuos Sólidos Urbanos (ENGIRSU) sostiene que, en el período 2005-2010, los orgánicos, el papel y el vidrio redujeron su participación, mientras que la proporción de plástico aumentó, en concordancia con la tendencia mundial.
Por su parte, el Estudio de Calidad de los RSU del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), elaborado por la Coordinación Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado (Ceamse) y la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires (Fiuba), concluye que la CABA recicla el 46 por ciento de las 6000 toneladas diarias de residuos que genera, pero que el número podría ser superior, ya que el 40 por ciento del material que llega a los rellenos es potencialmente reciclable.
Según el informe, de ese 40 por ciento, un 17 por ciento corresponde a papel y a cartón; un 19 por ciento, a plástico; un 3 por ciento, a vidrio; y un 1 por ciento, a metales. El 60 por ciento restante está representado por un 41 por ciento de alimentos, un 5 por ciento de textiles, un 4 por ciento de pañales y apósitos descartables, más un 10 por ciento de materiales catalogados como “otros”, debido a que cada categoría no supera el 1 por ciento.