La muerte de un estudiante despistada con su smartphone acelera esta polémica iniciativa. Cada vez más gente camina pegada al móvil, distraída, sin prestar atención al tráfico que nos disputa el espacio urbano. Lo llaman ‘zombiewalking’ y es uno de los grandes causantes de accidentes en la actualidad.
Dado que el peatón no termina de conciliar los hábitos de la vida digital con su seguridad vial, el diseño urbanístico lo está haciendo por él. Es lo que ha sucedido en la ciudad chilena de Concepción, que ha instalado semáforos compatibles con los caminantes zombies. Estos semáforos incluyen unas señales luminosas horizontales pegadas en la calzada, sincronizadas con los tres discos de colores. De esta manera, aunque el viandante camine inclinado hacia su smartphone, la luz del semáforo entra en su campo de visión.
Los primeros semáforos para ‘zombiewalking’ de Chile han sido situados estratégicamente en la avenida Palcaví, uno de los puntos más conflictivos de la ciudad de Concepción. Según la prensa local, la idea comenzó a estudiarse el pasado abril, después de que un estudiante falleciera en un cruce de la avenida.
A partir de entonces el titular de Transporte ha trabajado en una iniciativa que ya ha sido probada en Europa en ciudades como Bodengraven-Reewijk, en Holanda, Augsburgo, en Alemania, Rosario (Argentina) o las españolas Salamanca y San Cugat. Y lo cierto es que los datos al respecto son desalentadores. Según la Dirección General de Tráfico (DGT), en los casos en los que el peatón es responsable de un siniestro por distracción, el 98% de las veces el despiste está relacionado con el uso del teléfono móvil.
En esta misma línea, un estudio elaborado por el Colegio Profesional de Fisioterapeutas de la Comunidad de Madrid indica que practicar la caminata zombie eleva en hasta un 40% la probabilidad de sufrir accidente. Y un último ejemplo: para ilustrar los riesgos de pasear absortos con el móvil, la empresa japonesa NTT DOCOMO creó una simulación en la que 1.500 personas cruzaban a pie una carretera de Tokio mientras miraban su dispositivo. Sólo 547 consiguieron llegar a salvo al otro lado.
Estas cifras urgen a tomar conciencia del riesgo que entraña el ‘zombiewalking’. La rápida inserción en nuestra cultura de la tecnología portátil ha llegado sin un manual de instrucciones: es una aprendizaje autodidacta que hacemos a base de ensayo y error. Y aquí, el error, puede ser definitivo.
Por otra parte, esa concienciación, ¿debe llegar impuesta por la modificación del paisaje urbano? ¿Estamos dispuestos a que todas nuestras calzadas se tiñan de rojo, verde y amarillo? Quizás es el precio –asumible– que tenemos que pagar por la dependencia extrema de nuestros dispositivos móviles.