Giorgio Armani falleció a los 91 años y su partida marca el cierre de una era en la moda contemporánea. Figura capital desde la década de 1970, el diseñador redefinió el vestir masculino y femenino con una estética sobria, líneas depuradas y una sofisticación sin estridencias que se convirtió en sinónimo de elegancia moderna.
Desde su propia firma fundada en 1975, Armani expandió un universo que incluyó colecciones prêt-à-porter y de alta costura, perfumes, accesorios, mobiliario y hospitalidad, siempre bajo un mismo principio: atemporalidad, calidad de materiales y una construcción impecable pensada para durar. Su enfoque cambió la relación entre la ropa y el cuerpo, relajando estructuras y proponiendo trajes desarmados que se volvieron emblema de su lenguaje.
La obra de Armani consolidó una idea de elegancia que sigue vigente: vestir bien es también una práctica de sencillez consciente. Su impacto se percibe en generaciones de diseñadores que adoptaron el minimalismo como paradigma y en consumidores que reconocen, a simple vista, la arquitectura de una prenda con su ADN.