En medio de la brutal guerra que libran los dos principales grupos criminales de Brasil por el dominio del tráfico de drogas y armas en el país, al menos 52 presos murieron hoy en el Centro de Recuperación Regional de Altamira, en el norteño estado de Pará, luego de que miembros de una banda invadieron el pabellón que alojaba a internos de una facción rival, decapitaron a varios y prendieron fuego las instalaciones.
La masacre comenzó a las 7 de la mañana, cuando las celdas fueron destrabadas para servir el desayuno a los reclusos de este presidio ubicado en las afueras de Altamira, unos 800 kilómetros al sureste de Belén, la capital estatal, al sur del río Amazonas.
Armados de facones, integrantes del Comando Classe A (CCA), un aliado regional del poderoso Primeiro Comando da Capital (PCC) -la mayor organización criminal brasileña, con sede en San Pablo-, se amotinaron, tomaron de rehenes a dos agentes penitenciarios, e ingresaron por la fuerza al anexo donde se hallaban detenidos presos del Comando Vermelho (CV), el segundo mayor grupo criminal del país, originario de Río de Janeiro.
Los atacantes cortaron las cabezas de al menos 16 de sus adversarios, grabaron videos de sus acciones con celulares que tenían escondidos y las enviaron a sus socios del PCC. Incendiaron colchones y volvieron a cerrar los portones del pabellón para asfixiarlos o quemarlos vivos.