Empezar un recorte como el que inicio Alberto Rodríguez Saá debería suponer un encendido reclamo de la sociedad en su conjunto, en las últimas horas el mandatario echó a más de 160 trabajadores de la salud pública. Enfermeros y camilleros de al menos cuatro hospitales del interior dejaron de prestar servicios y muchos de ellos no cobraron ni un mes de sueldo pese a que trabajaron durante siete meses.
Esto último debería revelarnos a todos, sin excepción. Porque todos somos potenciales pacientes de la salud pública. Que el Gobernador le dé un certero golpe al sistema sanitario desmembrando su personal para achicar costos operativos de una economía en riesgo supone la peor decisión y la más grave, en virtud de que en cualquier momento cualquiera de todos nosotros y de los que circunstancialmente pasan por la provincia, podemos necesitar de un enfermero, camillero, médico o cualquier otro profesional. Hoy tenemos 160 trabajadores menos.
“La economía estúpido” es la frase que utilizó James Carville, el estratega de la campaña de Bill Clinton cuando enfrentó a George Bush Padre en 1992. Este último lideraba las encuestas de imagen positiva a raíz de la incursión bélica de EE UU en el Golfo Pérsico pero el país atravesaba una severa crisis económica que repercutía en todos lados. El asesor del entonces candidato Clinton pegó carteles en la oficina de campaña para fijar la estrategia que pudiera plantear en la sociedad un tema que todos padecían pero que no estaba en la agenda. De esa manera, junto a reclamos como la salud, Clinton pudo imponerse en los comicios. Es así que la frase se popularizó como “Es la economía estúpido” y es utilizada para remarcar temas esenciales.
Hoy podríamos mirar a los ojos al mandatario sanluiseño y decirle sin temor a faltarle el respeto “Es la salud estúpido”, por más fuerte que suene esa expresión nunca será tan impactante ni denigrante ni pondrá en riesgo la vida de nadie como suponer una salud sin profesionales, sin insumos y a la buena de Dios. Sin dudas una frase con un reclamo concreto y que se fije a fuego en todos los habitantes puede hacer cambiar una política errada, caprichosa y malintencionada, nadie puede dudar de que Rodríguez Saá conoce el impacto negativo de su medida a tal punto es consciente de sus actos que sabe a ciencia cierta que eso repercutirá en su plan de sometimiento a una sociedad. Mientras más más golpes reciba un individuo, y eso replicado en las masas, más difícil le será ponerse de pie y emprender cualquier reclamo, se distorsiona el orden de las prioridades.
Antes de que el sistema perverso termine por doblegar el ánimo y las fuerzas de la sociedad es tiempo de gritar fuerte “es la salud estúpido”, en eso se va la vida de cualquiera de nosotros.