Bouvet Island: los misterios de la isla más remota del mundo

Julio Verne la habría llamado la “Isla del fin del mundo”. No obstante, desconocemos si el célebre escritor de la más sublimes fantasías llegó a conocer o no este recóndito escenario del Atlántico Sur, pero de haberlo hecho, estamos seguros de que su mente habría soñado mil historias escenificadas en este lugar increíble.

La isla de Bouvet suspira en su lejanía insondable, entre aguas grises, alientos fríos, y el eco repentino de alguna ballena que bordea sus costas de las dependencias noruegas. Estamos, como puedes imaginar, en la que se considera la isla más remota de la Tierra.

Se tiene constancia de la existencia de esta isla singular desde el 1 de enero de 1739, cuando una expedición francesa pasó por allí de casualidad. Se registró su existencia pero no su localización exacta, de tal forma, que cuando 40 años después el capitán Cook pasó por la zona siguiendo aquella indicación, no encontró nada.

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Así pues, durante mucho tiempo se pensó que aquello que habían visto en 1739 no era más que un iceberg. No obstante, aquella era una ruta muy frecuentada por los balleneros, así que con el paso del tiempo se cartografió mejor la zona, hasta que, en 1964, se sobrevoló por primera vez en helicóptero pequeño y lejano rincón de tierra suspendido en el mar.

Fue un comandante británico, Allan Crawford, quien pasó sobre ella quedando sorprendido por dos cosas. La primera fue la isla en sí. Para hacernos una idea exacta de su localización te diremos que se halla a unos 1600 km del continente Antártida, y en dirección sur/suroeste desde el cabo de Buena Esperanza, en Sudáfrica.

Verla desde arriba, y sobre todo en helicóptero, ya supone de por sí un importante impacto visual. Está cubierta de hielo, a excepción de ese cráter central donde se alza un volcán inactivo, y esas playas de arena negra que perfilan una singular forma ovalada.

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El segundo aspecto que dejó al comandante británico sin aliento fue algo desconcertante. Estamos, como ya te hemos señalado, en la isla más remota de la tierra. Por esta zona más fría del Atlántico Sur sólo pasan grandes barcos balleneros o barcos militares de Noruega, quienes en 1927 reclamaron la isla tras haber tenido alguna pequeña disputa con Reino Unido.

Lo que descubrió el comandante Crawford fue que a la isla “le había crecido” un nuevo pedazo de tierra. Esto no es algo inusual, puesto que se trata de una isla volcánica en constante cambio. Ahora bien, lo que no era normal es que en ese nuevo islote hubiera un bote, un simple bote salvavidas. Aterrizó unos pocos minutos, los suficientes para descubrir que no había nadie, que la pequeña nave llevaba sus remos e incluso provisiones, pero nada que pudiera identificar de dónde venía.

Se pensó en que tal vez, habría pasado por allí alguna expedición, un barco que envió a un equipo con un bote más pequeño para ir la isla, pero no había datos de que ningún buque u otra embarcación hubiera pasado por allí. Tampoco existían señales de cualquier actividad de camping u otro tipo de actividad humana típica de los cazadores, exploradores, u organizaciones de reserva ambiental. Nada. Ni aún menos un cuerpo o personas heridas o perdidas…

¿De dónde, y cómo habría salido esa persona con el bote para llegar hasta la isla de Bouvet? El gobierno de Noruega nunca pudo desvelar ese enigma, porque lo más curioso fue que cuando unos días después se volvió de nuevo con el helicóptero para sobrevolar la zona, se descubrió con asombro que el bote había desaparecido.

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¿Se acabó aquí el misterio de la isla de Bouvet? En absoluto. Unos años después, los satélites captaron unas imágenes sobrecogedoras en esta zona. Destellos, destellos muy intensos que salían entre la Isla Bouvet y las Islas del Príncipe Eduardo. Para muchos científicos aquello eran explosiones nucleares, como si alguien estuviera llevando a cabo algún tipo de prueba en el mar.

A día de hoy, ninguno de estos dos misterios ha sido resueltos. No falta quien, siguiendo las ideas conspirativas tan propicias en este contexto, sospecha que la CIA y otras organizaciones llevaban a cabo en esta parte del mundo diversos experimentos.

Afortunadamente, en la actualidad, la isla de Bouvet está protegida y es reserva natural… Al menos eso creemos y así lo esperamos. Aunque tal vez, su aislamiento sea todo una tentación para algunas mentes y potencias mundiales. Quién sabe.

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