El duelo en Córdoba será el séptimo enfrentamiento en el año entre los dos rivales más grandes. Arruabarrena presentará un equipo alternativo y Gallardo, con un mix entre titulares y suplentes. Estadio lleno y máxima seguridad.
La escena ocurre en la calle San Jerónimo al 1.300, en pleno centro de Córdoba. En una de las veredas, caminando en el mismo sentido que los autos, un grupo de diez hinchas de River avanza haciendo palmas y cantando "te sacamos de la Copa, te sacamos otra vez …". En la de enfrente, una cantidad similar de fanáticos de Boca responde al grito de "nacieron hijos nuestros, hijos nuestros morirán". Cruzan chicanas, se escucha algún que otro insulto, pero el episodio no pasa a mayores. En la esquina con la calle Buenos Aires, a metros de la plaza San Martín, dos policías vigilan que todo esté en orden en medio de una gran expectativa para el Superclásico de hoy a las 21, el décimo que se jugará aquí, con un registro de cinco victorias para River, dos para Boca y dos empates. Anoche, al cierre de esta edición, quedaban por venderse apenas dos mil plateas: 55 mil entradas ya tienen dueño y en el Kempes habrá mucha más gente que la que hubo el jueves en el Monumental para ver el decepcionante debut de Argentina en las Eliminatorias. La capacidad hotelera de esta ciudad está colmada. Y más de 1.500 policías participarán de un operativo de seguridad gigante. ¿Amistoso? Cuando los que están enfrente son Boca y River, no parece haber lugar para esa palabra.
Ya lo dijo ayer Rodolfo Arruabarrena, después de que el plantel de Boca recibiera el calor de decenas de hinchas en la puerta del hotel Sheraton: "Siempre está la exigencia de ganar los clásicos. No hay amistosos".
"En los partidos contra Boca no se guarda nada. Es un desgaste que tenemos que hacer", afirmó en la misma línea Marcelo Gallardo antes de viajar hacia aquí, donde los hinchas recibieron al campeón de América con todos los honores.
Si los Superclásicos son de por sí partidos convocantes y calientes, lo ocurrido este año potencia esa sensación de que hoy volverán a jugar a cara de perro, al igual que en los seis encuentros anteriores que animaron en 2015. Boca ganó los dos partidos de verano, el segundo con un histórico 5 a 0 en Mendoza, y también los dos del campeonato local. Pero River se quedó con la polémica y violenta serie de los octavos de final de la Copa Libertadores, un contrapeso que sus hinchas dicen no cambiar por nada del mundo. Quedaron cuentas pendientes, en especial después de aquellos duelos coperos, al punto de que la rivalidad -históricamente extrema- pareció potenciarse en los últimos meses. Lo demuestra el interés de la gente, que llenará las tribunas del Kempes.
En las rutas y aeropuertos se reforzó la seguridad para evitar posibles enfrentamientos entre las hinchadas. Y anoche se realizó una inspección en el estadio.
En Boca, la prioridad es tratar de conseguir el campeonato local, en el que está a un paso de la consagración, y la Copa Argentina, en cuyo marco jugará una de las semifinales ante Lanús, el 23 de este mes, en San Juan. Por eso, el Vasco trajo un equipo con mayoría de suplentes, pero a la vez muy competitivo. Fabián Monzón y Rodrigo Bentancur serían los únicos habituales titulares que estarán entre los once. Agustín Orion y Jonathan Calleri estarán en el banco.
Alejado de la lucha por el campeonato, a River le quedan dos objetivos internacionales hasta fin de año: la Sudamericana (enfrentará a Chapecoense de Brasil el 21 y el 28 de este mes, por los cuartos de final) y el Mundial de Clubes, la gran cita de diciembre en Japón. Gallardo tiene ocho bajas entre lesionados y convocados a los distintos seleccionados (Marcelo Barovero, Eder Alvarez Balanta, Leonel Vangioni, Milton Casco, Carlos Sánchez, Camilo Mayada, Matías Kranevitter y Lucas Alario), pero igual pondrá lo mejor que tiene a disposición, con Rodrigo Mora, Jonatan Maidana y Gabriel Mercado como presencias salientes. Además, volverá Leonardo Ponzio, relegado en los últimos partidos, y se producirá el regreso de Lucho González, recuperado de un desgarro.
Cuatro meses después de la fecha original (debió haberse jugado el 9 de junio, pero un paro de la Unión Transporte Automotor lo impidió), River y Boca vuelven a verse las caras. Si empatan, habrá definición por penales. En cualquier caso, la pasión está garantizada.