Pocos saben que en la pequeña localidad italiana de Paderno Dugnano, cerca de Milan, se fabrica la copa más deseada del mundo. En esta ciudad de 47.800 habitantes se encuentra la fábrica GDE Bertoni, donde se elabora el trofeo. El original, de 38 centímetros de alto y poco más de seis kilos de oro macizo y malaquita, es propiedad de la FIFA y raramente es exhibido. Sin embargo, cada cuatro años, viaja hasta esta ciudad lombarda para ser restaurado.
“Cuando el original regresa a casa siempre supone un sentimiento especial, pese a que veamos la réplica todos los días. El original es el original. Es como ver la Gioconda o una copia de la Gioconda. La emoción no es igual”, cuenta a la agencia AFP Valentina Losa, directora de Bertoni. La pequeña empresa fundada por su bisabuelo -unas oficinas, un taller y 12 empleados en total- está instalada en una zona industrial de la ciudad.
Fue en este rincón de Lombardía donde el trofeo del Mundial fue diseñado y creado en 1971 por Silvio Gazzaniga, escultor y director artístico de la empresa, ayudado por Giorgio Losa, el padre de Valentina, que le sugirió reemplazar en la parte superior del trofeo un balón por un globo terrestre.
Entre un Mundial y el siguiente, la FIFA confía a Bertoni y a sus expertos el cuidado del trofeo para que brille y luzca como el primer día; para ello, aplican un barniz que lo protege del frío y del calor, y que le permite conservar el brillo durante casi diez años.
Además de la restauración del modelo original, Bertoni se encarga de fabricar para cada torneo una réplica única, que el equipo vencedor podrá conservar. Esa réplica no es de oro sino de latón. Una vez fundido y moldeado, el trofeo se somete a diferentes tratamientos antes de su baño en oro de 24 quilates.