Mientras Sergio Freixes pasó la Nochebuena en una cárcel común, pagando con prisión una condena firme por amenazas coactivas, el silencio y la ausencia de Alberto Rodríguez Saá volvieron a ser noticia. El exgobernador, que durante años se mostró como aliado incondicional de sus funcionarios más cercanos, esta vez eligió correrse y mirar para otro lado.
La escena contrasta con imágenes del pasado reciente: Rodríguez Saá compartiendo Nochebuena con Milagro Sala, en gestos públicos de respaldo político y personal. Hoy, en cambio, Freixes —su íntimo amigo y exministro— enfrenta las consecuencias judiciales en soledad, sin visitas, sin mensajes y sin respaldo.
La Corte Suprema dejó firme la condena y con ella se derrumbó también el relato de lealtad que el exmandatario supo construir puertas adentro del poder. Cuando los privilegios se terminan y la Justicia avanza, el “amigo” desaparece.
La Navidad expuso más que nunca una constante: mientras hubo poder, protección; cuando llegó la cárcel común, abandono. Freixes pasó las fiestas solo. Rodríguez Saá, una vez más, eligió despegarse