Carlos Duarte llegó 40 minutos antes. Para evitar incomodidades, nadie en la fábrica sabía en qué sector iba a trabajar. Es el primero de su familia en entra a la formalidad.
La noche anterior Carlos no pudo dormir. No era insomnio. Faltaban dos horas para que terminara su último día como desempleado y arrancara su primer día de trabajo: trabajo formal. En una fábrica. En blanco. Algo que ningún otro Duarte de su familia logró jamás.
Fiel a su estilo –como cuando cautivó al país por entregar currículums escritos a mano porque no tenía plata para imprimirlos- le pidió a su tía que lo grabara con el celular. Uno que está tan viejo que tiene que "encender metiendo un palito".
“Acá tengo la ropita -improvisó-, los borceguíes para empezar mañana a trabajar. Así que de diez. Abrazo para todos los que me mandaron buena onda. Perdonen que no les pude responder”, dice en el video que envió a periodistas por WhatsApp. No exagera. Lo llamaron hasta del diario español El País.
Habla siempre muy arriba. Con los brazos para todos lados. Como Ulises Bueno en el escenario, que es su ídolo y también lo felicitó por Instagram. El cuarteto es la pasión de Carlos. Pero en estos cuatro meses sin trabajo, no pisó "el baile" porque no tenía "ni para un Fernet". Anoche, sin embargo, Carlos cuarteteó con la ansiedad.
Gracias a Eugenia López, la empleada de una confitería del centro de Córdoba que recibió su “impresentable hoja” y subió el CV a Facebook e Instagram, este chico de 21 años, como dice, este jueves superó el destino de hacer changas o ser albañil.
Clarín lo acompañó en su primer día de trabajo en la fábrica de vidrio más grande de Córdoba. Con el casco puesto y una fama viral que se va desvaneciendo.
Cobrará unos $16.000 por mes -más los $ 2.500 del presentismo- por ocho horas diarias, con horarios rotativos.
Carlos ya estaba en la fábrica cuando llegó este diario. Había llegado 40 minutos antes de su horario de ingreso, pautado para 7.30. Sin pose, sin saber que se le acercaba un medio que había viajado desde Buenos Aires para verlo, se lo vio agachado escribiendo las fechas de elaboración en los marcos de los vidrios. Metódico. Sin improvisación.
"Después los marcos se pasan por el proceso de deshumidificación, para sacar la humedad entre los dos vidrios", detalla Carlos, sin la inseguridad del aprendiz.
Su historia de superación es similar a la del fundador de Vidrios Piazze. Que llegó hace 70 años de Italia, empezó a hacer changas como albañil en Mendoza, pasó a barrer en una vidriera y terminó como socio de un emporio cordobés de 300 empleados. Así lo cuenta Lorena Piazze sobre su abuelo, en su oficina, dentro de esos 13.000 metros cuadrados de industria familiar.
"Tiene la necesidad de trabajar, está bien, pero tiene una voluntad que le brota por los poros. Él nos enseña a todos. Espero que muchos jóvenes aprendan de este ejemplo. De que se puede", dice Raúl Aguirre, el gerente de Recursos Humanos. "También le aclaré que esto no es un regalo por su explosión viral. Él va a estar los tres meses adaptándose al puesto como cualquier empleado nuevo. Se le reconoce la virtud de haber escrito a mano los CV, cuando otro podría haber dicho: ‘No tengo plata para imprimir, listo, no salgo a buscar trabajo", agrega.
Pero antes de eso, sonó el despertador. A las 5.30 se subió al primero de los dos colectivos que lo llevarían hasta el polo industrial. Lo esperaban sus jefes –varios jefes- y uno en particular: el de planta. El que iba a decidir a qué sector asignarlo “según sus habilidades”.
"En él veo la misma necesidad de trabajo que tuve yo cuando entré acá, hace 24 años. Es verdad que asombra su voluntad. Y no le dije a nadie en qué sector iba a estar Carlos para evitar crear la expectativa de ‘acá viene el del CV viral’. Quise evitar molestias para el resto e incomodidades para él. Como con todos los nuevos, él está en el sector en el que yo lo puedo ver trabajar. Supervisar y asesorar para el avance en los procesos de esta fábrica", cuenta Christian Trivieri.
"Todos me preguntaban qué iba a hacer. Y la verdad que no me importaba no saber. Imaginate que cuando pateé tirando los CV no tenía nada pensado. Cualquier trabajo me hacía falta. No tenía ni $ 10 para cargar la tarjeta Red Bus del colectivo", recuerda Carlos. Lo que sí sabe es que con el primer sueldo le va a comprar un regalo a su "salvadora viral".
Su abuela le dio la plata. “Estuve dos semanas sin poder viajar en bondi.” Apenas tuvo crédito, llevó el cuaderno A4 anillado en el que había escrito los currìculums y empezó a "patear el centro de Córdoba". Los dejó desde en obras en construcción hasta en locales de ropa. Antes de subir al colectivo para volver a la casa de su tía, con quien vive, vio la cafetería donde estaba Eugenia y "por que sí" se acercó a preguntar si buscaban gente. No buscaban. Pero escribió el CV y se lo dejó. Ella hizo el resto.
“Después de que publiqué el CV de Carlos en Facebook y en Instagram porque me conmovió, esperé el me gusta de mi mamá, de mis amigas. Jamás esto. Pasé de tener 2 seguidores a tener 1983 en Facebook y 300 en Instagram. Es una locura lo que pasó. Pero no me da el cuerpo de la alegría que siento por Carlos", dice Eugenia. Ella sintió empatía por él. Con 39 años y dos nenas, trabajó desde muy joven y también tiene una historia con sus currículums.
"Para entrar a un call center, también a los 20 o 21, dejaba curriculums un día a la mañana y otro día a la tarde. Para despistar a las recepcionistas. La idea era dejarles muchos. Muchísimos. Para que el mío quedara arriba y me llamaran sí o sí. Fui tantas veces que me hice amiga por Facebook de una de ellas". Ayer un canadiense la llamó al local, donde es encargada, para agradecerle el gesto. "No se le entendía muy bien el español. No sé su nombre. Pero me llenó el alma", cuenta. La noche anterior al primer día de trabajo de Carlos, tampoco pudo dormir.
Se cumplen las 8 horas. Carlos se saca el casco, se cambia la ropa y pregunta dónde deja los borcegos que le dieron para trabajar. "No Carlos, son tuyos. Son tus borcegos", le aclara el gerente de Recursos Humanos. Después de un día sin llorar, se emociona. Pero no llegan a caer las lágrimas porque vibra el bolsillo del pantalón. Por el CV viral, todo el país tiene su número. Y él atiende a todos. Desde ese celular que, de tan viejo, tiene que "encender con un palito".