Todo comenzó en 2012, con el asesinato del Fantasma Paz. La violencia recrudeció en los últimos meses. Esta semana balearon a Bam Bam Funes, a la salida de la cárcel.
Disputas territoriales, ajustes de cuentas, venganzas y errores, son los móviles de más de cincuenta asesinatos cometidos, desde 2012, por clanes enquistados en la zona sur de Rosario. Si bien la tasa de homicidios descendió desde la intervención de las fuerzas federales en 2014 y se profundizó con un tercer desembarco en 2016, la violencia se recrudeció en los últimos meses. El crimen de Jonathan Bam Bam Funes, ocurrido el pasado lunes, es el último de la saga. La historia de alianzas y odios de las bandas que el Estado no puede controlar.
Los Monos. Y un día, la sangrienta disputa rebalsó los límites de los barrios de emergencia y el muerto cayó en medio de la ciudad. Ocurrió el sábado 8 de septiembre de 2012, cuando Martín “Fantasma” Paz fue ejecutado por un sicario en moto. Acribillado frente a su mujer y a su pequeña hija, era cercano al clan Cantero. No solo era señalado como uno de los lavadores de Los Monos, sino que, además, era cuñado de Claudio “Pájaro” Cantero, uno de los líderes, quien sería asesinado ocho meses más tarde.
Amigos, luego enemigos, por una razón: el dinero. Tras el crimen, Luis Paz, el padre del Fantasma, se convirtió en el principal testigo de una causa en contra de la organización, a la que conocía muy bien. Esa investigación develó el funcionamiento de la banda que poseía el control de la zona sur de Rosario, de la droga y de la violencia. Fue Máximo Ariel Cantero, alias “el Viejo”, quien vislumbró el negocio a inicios del segundo milenio. Dejó de cobrar peaje para el ingreso a La Granada y brindar protección a grupos de narcomenudeo para fundar la organización más temida de Santa Fe. Por ese entonces, “el Viejo” ya contaba con varios antecedentes y, pese a que no sabía leer ni escribir, supo tejer conexiones con las personas correctas. La complicidad policial y política le dio una base sólida para operar con impunidad hasta que el velo se corrió con el homicidio de Paz.
El crimen del Pájaro terminó de sellar la caída del grupo familiar. La serie de homicidios cometidos contra los presuntos responsables de la muerte del líder más carismático de Los Monos los expuso aún más. Terminaron todos presos, investigados por narcotráfico y están siendo juzgados por asociación ilícita y el crimen de Paz. Desde prisión intentan continuar el negocio y, aunque no lo logran, continúan teniendo poder de daño y muchos enemigos.
Los Bassi. El crimen del Pájaro impulsó una cacería que hizo temblar a Luis “el Pollo” Bassi y a toda su familia, emplazados en Villa Gobernador Gálvez. Los Monos creían que la intención del ex jefe de la barra brava de Newell’s era tomar el control del territorio y, como señal de poder, mandó a ejecutar al líder con mayor perfil de Los Monos. Ya había fuego cruzado entre las dos bandas. A la de Bassi le adjudican la muerte de varios sicarios de sus vecinos.
Los hermanos Cantero habrían puesto precio a la cabeza de su rival, pero primero fueron por los sicarios y el presunto entregador, después por los hermanos y el padre de Bassi. “Somos víctimas de un plan sistemático para hacernos desaparecer. Nos están matando como perros”, dijo Victoria Orellana a PERFIL, tras la muerte de su marido Luis Bassi (padre).
En el juicio por el homicidio que dio origen a una saga de violencia, Bassi y los presuntos ejecutores fueron absueltos. En el debate, quedó planteada la hipótesis de la defensa: el crimen del Pájaro fue planeado por Luis Paz, en venganza por el homicidio de su hijo.
En el pasado, Los Bassi y Los Monos se habían asociado para desbancar a Roberto “Pimpi” Camino, el legendario capo de la barra brava de Newell’s.
Funes-Camino. Jorge “el Gordo” Funes y Pimpi Camino convivían en el mismo barrio: el Fonavi de la zona sureste de Rosario. El límite de acción era claro. Unos ocupaban las torres bajas y los otros, las altas. Pero una pelea expulsó para siempre a Los Funes. Refugiados en la Tablada, los hijos del Gordo crecieron bajo la protección de Los Monos, quienes también tenían a los Camino como aliados.
Con la caída de los jefes narco, el desequilibrio fue inevitable y las viejas disputas entre los pistoleros renacieron encarnadas en las figuras de Alexis Camino –hijo de Pimpi, asesinado por René Ungaro, socio de Los Funes y cuñado del asesinado Luis Medina– y de Lautaro “Lamparita” Funes y su medio hermano Alan.
A esta rivalidad se le atribuyen unos 25 muertos de uno y otro bando.