En Nueva Plymouth, el actual campeón del mundo se impuso por 39-22 en un encuentro que tuvo al equipo argentino en ventaja hasta los diez minutos del complemento.
Los Pumas debían hacer el partido perfecto para tener la oportunidad de hacer historia ante los All Blacks. Fue su mejor encuentro del año pero no pudo sostener el ritmo neozelandés y terminó cayendo como visitante de los actuales campeones del mundo por 39-22 en el encuentro válido por la tercera jornada del Rugby Championship, edición 2017.
Bajo la lluvia de Nueva Plymouth, los Pumas arrancaron con la posesión de la pelota y ganando metros en terreno rival pero lo que se vislumbra complicado los All Blacks siempre lo hacen simple. A los 7 minutos y cuando aceleró por primera vez, McKenzie armó una gran jugada, rompió líneas por la izquierda y le sirvió el try a Milner-Skudder.
Los Pumas, por momentos, realizaban cinco o seis pases pero en ese traslado terminaban retrocediendo diez metros en el campo de juego. Rápidamente, Barrett apeló a la magia de su pie derecho y con un pase exquisito dejó a Lienert-Brown adentro del ingoal: el centro sólo tuvo que apoyar. Aparecieron los espacios y con ellos las dos llegadas traducidas en dos conquistas. Y los dos autores de los tries le devolvieron la confianza que el entrenador Hansen depositó en ellos. Algo es claro: en los hombres de negro no hay suplentes. En todo caso, si los hay, el nivel que exhiben es similar a quienes están más habituados a ser titulares.
Barrett, hombre de la casa, disfrutó como nunca del partido en la misma cancha en la que corría de pequeño mientras veía jugar a su padre Kevin en el elenco de Taranaki. Ante los argentinos volvió a demostrar que es uno de los mejores aperturas del mundo.
Sin embargo, los Pumas se mantuvieron en partido permanentemente gracias a la pericia de sus pies: primero con la efectividad en dos penales y luego tras una buena lectura de Nicolás Sánchez con un drop que levantó las banderas celestes y blancas de las tribunas del Yarrow Stadium. Un dato que vale remarcar después de varios encuentros en los que se sucedió la indisciplina: hasta los 30 minutos iniciales, los argentinos no cometieron penales. Luego de la primera infracción argentina llegó el try de Dagg.
Cuando ya había sonado la chicharra que anunciaba el final del primer tiempo llegó el try de Sánchez tras una recuperación de la pelota en un line-out de los All Blacks y las puntadas de los delanteros argentinos. Allí se vieron los pequeños errores locales fundamentalmente en la obtención. Así se fueron al descanso, con un 16-15 que redondeó una buena tarea de los dirigidos por Hourcade. Los hombres de negro no ejercieron un dominio abrumador y las antagónicas diferencias no quedaron visiblemente expuestas.
La Argentina puso presión y sacó rédito con el pie utilizando un gran recurso como la patada a distancia de Boffelli para poner la máxima diferencia en favor del visitante por 22-15. Además, el elenco de Hourcade demostró una sustancial mejoría en el breakdown.
Sin embargo, de un kick fallado llegó una corrida de 40 metros de Fifita para llegar a la meta y colocar la igualdad. Ese resultaría el quiebre del encuentro de la mano del mejor jugador de la cancha.
Con otras proyecciones profundas y con una buena utilización del ancho del terreno, Nueva Zelanda se posicionó en campo argentino y mantuvo el dominio. Llegaría nuevamente el turno de McKenzie. Estas dos anotaciones terminaron de desmoronar , en diez minutos, las esperanzas argentinas.
A dos minutos del final, el cansancio y la exigencia física del rival evitó que el equipo argentino pudiera resistir el embate del equipo local que con una combinación consiguió a través de un try convertido por Beauden Barrett terminar de sellar el 39-22 final.
El conjunto nacional demostró su mejor versión del año y en muchos aspectos se mostró fortalecido con respecto a las dos presentaciones ante los Springboks; un saldo que no alcanzó para hacer historia ante los All Blacks porque para lograr ese objetivo había que haber construido el partido perfecto.