Científicos de Rosario analizaron cultivos de soja y trigo para crear bioinoculantes que pueden proteger de organismos patógenos y favorecer el crecimiento vegetal.
Un grupo de científicos del Instituto de Agrobiotecnología de Rosario (INDEAR), liderado por Martín Vázquez, investigador independiente del CONICET, analizó cultivos de soja y trigo y describió las bacterias que viven asociadas a sus raíces en una extensa zona de la región pampeana, para crear nuevos bioinoculantes a partir de los microrganismos que naturalmente se encuentran en las raíces.
Los bioinoculantes son microorganismos vivos que se agregan a las semillas o a las plantas de cultivos comerciales para favorecer su crecimiento. En general, se aplican conjuntamente con otros compuestos que aumentan su permanencia en el ambiente y su adhesión a las semillas. Entre otros beneficios, los bioinoculantes mejoran la fijación de nitrógeno y la absorción de fósforo, nutrientes esenciales para las plantas, las protegen contra organismos patógenos y aumentan la producción de biomasa vegetal.
El grupo obtuvo más de 2 mil aislamientos de microrganismos, la mitad proveniente de soja y la otra mitad de trigo. En mil de ellos analizaron las propiedades promotoras de crecimiento vegetal y de protección contra patógenos. Casi la mitad arrojaron resultados positivos en al menos una propiedad estudiada, mientras que un 3% mostró tener todas características que se analizaron.
Nicolás Rascovan, quien participó de la investigación como becario del CONICET, sostuvo que “si pudiéramos comprender mejor qué organismos interactúan con los cultivos en el campo, identificarlos y cultivar aquellos que aportan un beneficio a las plantas se podrían aplicar para mejorar significativamente la productividad agronómica sin necesidad de depender exclusivamente de los agroquímicos”.
Los investigadores pudieron seleccionar una serie de cepas que presentaron características promotoras del crecimiento que fueron testeadas a campo durante dos años. Las pruebas mostraron un incremento en los rindes, tanto en soja como en trigo, de hasta un 15 por ciento.
Además, según explica Vázquez “estos microrganismos mostraron una capacidad de aumentar el rendimiento en forma selectiva dependiendo del ambiente. Por ejemplo, las cepas que mejor funcionaron en Pergamino, no necesariamente fueron las más eficaces en Balcarce”. De esta manera quedó demostrada la interacción de las distintas cepas con el ambiente y el tipo de suelo, lo que permitiría direccionar mejor el tratamiento de acuerdo al tipo de ambiente que se encuentra en cada campo.
Los resultados del estudio, que se llevó adelante en colaboración con la empresa Rizobacter, fueron publicados recientemente en la revista Scientific Reports.