El riesgo que las dietas pobres plantean en cuanto a la mortalidad y la morbilidad es mayor que la suma de los riesgos derivados de las relaciones sexuales sin protección, el alcohol, las drogas y el tabaco. Eso indica un nuevo informe de la Alianza Global para la Mejora de la Nutrición que destapa el grave riesgo para la salud que implica una nutrición deficiente.
Esta es la realidad alarmante que retrata el informe Sistemas alimentarios y dietas: afrontando los retos del siglo 21, elaborado por la Alianza Global para la Mejora de la Nutrición (GAIN por sus siglas en inglés). El estudio, basado en datos de 250 fuentes de datos, artículos académicos e informes con recomendaciones para políticos, compone un retrato certero del problema de la alimentación en el mundo.
El mundo se enfrenta a una crisis nutricional sin precedentes. 1 de cada 3 personas en el planeta Tierra sigue una dieta de mala calidad. Aproximadamente 3.000 millones de personas padece malnutrición. Una situación que actualmente representa el factor de riesgo número uno en la llamada carga de enfermedad global.
Al contrario de lo que nos podamos imaginar, la malnutrición no solo hace referencia a la falta de alimentos, sino que tiene muchas causas. Una de ellas, es la dieta de baja calidad.
Este tipo de alimentación contiene calorías insuficientes, vitaminas y minerales o, por el contrario, contiene muchas calorías, grasas saturadas, azúcar y sal. Las consecuencias de este tipo de dieta pobre pueden derivar en diabetes tipo 2, enfermedades coronarias, cáncer, hipertensión, anemia y una larga lista de enfermedades asociadas. Una situación que, según el informe, aumentará en los próximos años.
“Durante los próximos 20 años, las múltiples formas de malnutrición plantearán cada vez más graves amenazas para la salud mundial. El crecimiento de la población combinado con el cambio climático supondrá el aumento de la tensión en los sistemas alimentarios, especialmente en África y Asia, donde habrá dos mil millones de personas más en 2050. Al mismo tiempo, el rápido aumento de urbanización, sobre todo en estas dos regiones, afectará el hambre y la nutrición de manera compleja, tanto positiva como negativamente”, dice el informe.
En 2030, el número de personas con sobrepeso y obesidad se incrementará de 1,33 millones en 2005 a 3,28 millones en 2015, lo que supone un tercio de la población mundial.
Al mismo tiempo, todavía 653 millones de personas sufrirán deficit calórico, frente a los 795 millones de 2015.
Las tasas de obesidad y enfermedades relacionadas con la dieta están aumentando en todo el mundo, pero crecen más rápido en los países con bajo PIB, de acuerdo con el informe. Estos países en vías de desarrollo están reduciendo la pobreza y poseen más ingresos, pero “más dinero no soluciona el problema de la malnutrición de forma automática, si las personas gastan más en bebidas azucaradas, comida para llevar, platos preparados y otros alimentos procesados”, explicó el responsable del estudio, el Doctor Lawrence Haddad, director de la Alianza Global para la Mejora de la Nutrición (GAIN por sus siglas en inglés).
" A medida que los ingresos aumentan, podemos consumir y comprar alimentos más saludables como frutas, verduras, pescado fresco… pero también podemos comprar cosas poco saludables: carnes procesadas, bebidas azucaradas o alimentos altamente procesados”, incidió Haddad.
¿Y cuál es la solución para este problema de magnitud global?
Para los autores del estudio, la solución pasa por implantar políticas públicas que pongan freno al sobrepeso, a la obesidad, las enfermedades relacionadas con la dieta y ayuden a reducir la desnutrición. De lo contrario, "todo el mundo va a pagar un alto precio: la muerte, la enfermedad, las pérdidas económicas y la degradación del medio ambiente", dice el informe. "Se necesita una respuesta equivalente a la destinada a combatir el VIH, la malaria o el tabaquismo".