Discriminación hacia dos mujeres hiperandróginas en los Juegos

Pasaron siete años, pero nadie la olvidó. La sudafricana Caster Semenya llegó al Mundial de Berlín y, a su manera, le discutió la repercusión por diferentes razones al mismísimo Usain Bolt, que en ese certamen estableció sus récords mundiales de los 100m (9s58/100) y 200m (19s19/100).

Tenía apenas 18 años y debió soportar ironías, frases ácidas, críticas. Tomada despectivamente dentro de la competencia misma. ¿El motivo? Su aspecto varonil. Lo mismo que alguna vez sucedió con la tenista francesa Amelie Mauresmo en el Abierto de Australia, pero potenciado. Es que Semenya tenía una particularidad: su organismo generaba tres veces más de testosterona que lo normal y la discusión ingresaba en otro terreno. Se debatía sobre si debía participar o no en pruebas femeninas, después de haber arrasado con la especialidad de los 800 metros.

El hiperandrogenismo de Semenya provocó un gran revuelo. Su físico de menor femeneidad de lo habitual, su voz grave y el hecho de que bajó en 7 segundos sus propias marcas en sólo nueve meses desataron la controversia. "Es un hombre" fue lo más discreto que debió escuchar y leer en esos tiempos. Hasta se la sometió a pruebas científicas de género: la IAAF (Federación Internacional de Atletismo) quería despejar toda duda posible. Incluso, la sometió a la humillación de tener que desnudarse delante de un médico. Llegó a la conclusión de que las atletas con hiperandrogenismo tenían una ostensible ventaja sobre el resto. Las llamó "intersexuales" y les estableció límites. ¿Cuáles? Someterse antes de los torneos a un tratamiento para reducir sus niveles de testosterona. Y se cree que por esa medida, Semenya jamás repitió aquel registro de Berlín, de 1m55s45/100. Aún así, su presencia siempre causó polémicas, antes y después de los torneos. Como en el Mundial de Daegú 2011 y en los Juegos Olímpicos de Londres, donde cosechó sendas medallas plateadas. Su nivel pareció decaer en los últimos tiempos: en el Mundial de Pekín, el año pasado, no pudo avanzar a la definición.

Con 25 años, Semenya disputará este sábado su segunda final olímpica en los 800 metros. Se impuso con comodidad en su eliminatoria y semifinal y nuevamente está en el centro de la escena porque, auguran, puede llegar a quebrar un récord mundial que data de 1983: 1m53s28/100, logrado por la checa Jarmila Kratochvílova. "Será el fin del atletismo si gana Semenya y encima con récord. Ya no será deporte", disparó la legendaria ex atleta británica Paula Radcliffe. El impacto de esta final es aún mayor. Porque no será sólo una la observada especialmente. sino dos. Semenya irá por carril 3, mientras que por el 4 transitará Margaret Wambui, de Kenya. Gigante, de casi dos metros, con 20 años y un aspecto masculino superador respecto del de Semenya (mide 1,78m), Wambui corre con la ventaja de que el caso de la sudafricana le facilitará los sinsabores de la sorpresa, y seguirá el nuevo protocolo sobre exigencias y límites impuesto por la IAAF. Lo que no podrá evitar es la reacción del público, colegas y ex atletas. Una final que, además de la gloria en juego, tendrá el morbo de la testosterona y sus implicancias.

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