La distimia es uno de los trastornos más comunes hoy en día. Afecta a nuestro estado de ánimo, y es esa sensación en la que uno, poco a poco, va perdiendo la capacidad de apreciar las cosas positivas del día a día.
El ánimo no solo decae, sino que nuestras esperanzas y la capacidad para ilusionarnos, se van desdibujando poco a poco para permitir que llegue la tristeza, un malestar existencial, y una apatía que no entiende de domingos, ni de caricias ni de emociones cotidianas.
El DSM-V lo define como un trastorno depresivo persistente, aunque la mayoría de las veces se inicia como un simple desánimo que cursa en forma de depresión leve, hasta derivar, en el peor de los casos, a un depresión más grave. El problema básico en el caso de la distimia estará en que esa “sensación de oscuridad” de negativismo y desánimo, puede volverse crónica.
La distimia o el desánimo que no nos abandona
Según estadísticas clínicas la distimia la puede llegar a padecer casi el 5% de la población mundial. Incluso es posible que en tu círculo social o familiar más cercano, alguien padezca este tipo de problema.
Ahora bien, pero ¿a qué se debe?, ¿qué lo origina? Es aquí donde surgen la dudas y las controversias. A día de hoy no se tiene del todo claro qué genera este trastorno, puesto que en muchas ocasiones no depende solo de factores externos.
De ahí que debamos tener en cuenta estos datos que nos definen diversos estudios.
– La distimia podría tener un origen bioquímico. Alteraciones en nuestros neurotrasmisores, como es el caso de la dopamina, ahí donde pequeños desajusten derivan en el decaimiento, la bajada de energía y esa tristeza de la que no podemos “despegarnos”.
– Factores genéticos: diversos trabajos nos demuestran que una parte de los pacientes afectados por distimia, podrían sufrirla por herencia genética. De hecho, es habitual que pase de madres a hijas.
– Factores externos: a pesar de que no siempre son auténticos desencadenantes de la distimia, pueden propiciar su aparición. Modelos educativos donde no hemos sentido unvínculo afectivo auténtico o relaciones de pareja traumáticas pueden derivar en este malestar cotidiano, en esta melancolía persistente.
Rasgos generales de la distimia
– Perdemos la capacidad de apreciar las cosas positivas. Lo que antes nos hacía feliz ahora no podemos verlo, es como tener una venda en los ojos que solo nos trae pensamientos algo negativos.
– Es habitual que las personas que nos rodean no terminen de comprender qué nos ocurre. Nos pueden llamar amargados o negativos.
– Tenemos problemas para conciliar el sueño. De ahí que al malestar emocional se le añade ese cansancio persistente al no descansar de forma adecuada por las noches.
– Nos cuesta concentrarnos, tenemos pequeñas pérdidas de memoria.
– La distimia hace que acabemos somatizando esta melancolía, y de ahí las cefaleas, los dolores musculares, los mareos…
¿Cómo gestionar y superar la distimia?
La distimia, puede aparecer como una depresión menor, pero de no tratarse, de permitir que asuma el control de nuestra vida puede derivar perfectamente en una depresión profunda. Hay que tenerlo en cuenta.
¿Qué podemos hacer entonces?