Nos llama la atención su cuerpo enjuto, su mirada inquisitiva de quien ha vivido mucho y ha sacado sus propias conclusiones sobre este mundo: demasiado amargo, demasiado egoísta, pero a pesar de todo, un existencia que merecerse apurarse al máximo por mucho que duela.
Su nombre es Donald Gould, y aunque aparente más años, su reloj aún está en los 51. Es muy posible que ya te hayas encontrado con este vídeo, puesto que en los últimos días es un fenómeno viral. No obstante, lejos de lo anecdótico, te invitamos a reflexionar. A pensar que detrás de todas esas personas sin techo que habitan en nuestras ciudades, hay una historia.
https://youtu.be/JCguq3hTC2M
Siendo objetivos, son muchos los que dicen que la técnica de Donald no es una maravilla, lo sabemos. Lo que de verdad nos eclipsa, lo que de verdad le ha dado la fama en las cadenas de televisión y en las redes sociales, es el simple hecho de ver a un vagabundo delgado y de rostro curtido, moviendo los dedos de modo elegante sobre un piano, arrancando de él una deliciosa pieza: “Come Sail Away.”
Estamos en Sarasota, Florida, en una calle famosa porque en ella, hay un piano que cualquiera puede tocar de forma libre cuando desee. Aquella mañana, varios transeúntes se sorprendieron al ver a Donald allí, ejecutando con tranquilidad y seguridad esa pieza de la banda de rock estadounidense, Styx. Todos la reconocieron y todos grabaron un vídeo de aquel momento, para después, subirlo a las redes sociales. Fue todo un éxito.
¿Cómo no interesarse entonces por su historia? Basta que en ocasiones algo se escape de lo que nos es “esperable” para concienciarnos, para hacernos pensar. Puede que Donald estuviera en las calles de Sarasota desde hacía tiempo sin que nadie se fijara en él, sin que nadie se preocupara por “cuál era la historia” que escondía su expresión, sus surcos. Su delgadez.
Donald estudió educación musical en la Universidad de Arbor, en Michigan. Gracias a ello, sabe tocar cualquier instrumento, y es muy bueno también componiendo. No obstante, y por no tener dinero, no pudo graduarse. Sólo le quedan 3 créditos. Trabajó mucho y trabajó duro para mantener una familia, pero en 1998, la esposa de Gould murió de forma súbita. Aquello lo rompió por dentro, de tal manera que acabó cayendo en las drogas y en una triste espiral que le hizo perder a su hijo, del que tuvieron que hacerse cargo los Servicios Sociales.
La tristeza, las drogas y el desamparo, lo abocó a una vida en las calles. A una soledad por las ciudades donde solo el consuelo de los pocos instrumentos musicales que de vez en cuando le dejaban tocar, le ofrecía alivio. Como lo ocurrido con ese piano en una calle de Sarasota. Una historia simple y poco original tal vez dentro de este tipo de retratos, donde las pérdidas, nos marcan en ocasiones hasta obligarnos a llegar al borde del abismo. No obstante, te diremos que de momento la vida de Donald Gould parece que tiene una oportunidad…
A raíz de su éxito en las redes sociales, un restaurante local llamado Surf Shack, le ha ofrecido una audición en su sala. Si todo sale bien, podrá tocar en un piano bar de estilo neoyorquino, para un público cercano a las 50 personas cada noche. Esperemos que todo le salga bien.