River busca el broche de oro para la resurrección

River jugará esta noche la final de ida de la Libertadores ante Tigres, en Monterrey. Los secretos de su reconstrucción, desde el descenso a este cierre copero.

La charla se produjo en el interior del lobby del hotel Quinta Real, cuando la noche arremetía con un calor insoportable en este rincón de México. “¿Te acordás, hermano, lo que era este club hace un tiempo? Veníamos de jugar en la B Nacional, tuvimos que recorrer el país de punta a punta para ascender y se nos reían en la cara. Y ahora estamos en la final de la Libertadores. Esto es River, viejo”, decía un señor que peina canas, testigo de los tiempos dorados. “Cuando la pelotita entra, todo es más fácil”, devolvía su interlocutor, otro veterano, compañero de rondas de whisky y vueltas olímpicas. Ahí estaban los dos hombres, reflexionando en la madrugada de Monterrey, generando un disparador. Porque el coloso de banda roja hoy puede dar un gran paso hacia el broche de oro de su resurrección, a esa Copa que no sólo será un halago para su gente y un trofeo en sus vitrinas. Volver a estar en la cúspide de América será el hito de su reparación histórica.

La mano de Adalberto Román, el penal que falló Pavone, Belgrano festejando en el Monumental, el descenso revuelto en lágrimas, el oprobio deportivo de jugar en escenarios que jamás hubiera imaginado… Memorias negras. Y si para poder gozar, hay que saber sufrir, River ahora puede jactarse de tener a los hinchas más felices del país. Y de aquel pasado angustiante a este presente cargado de gloria, apenas pasaron cuatro años. Y desde diciembre de 2013, tal cual fue el eslogan de la campaña de Rodolfo D’Onofrio, River se propuso volver a ser River. Y lo logró.

Se sucedieron los éxitos deportivos en tiempo récord. En apenas un año, River conquistó cuatro títulos: el Torneo Final 2014 y la Copa Campeonato, de la mano de Ramón Díaz; la Copa Sudamericana y la Recopa Sudamericana, bajo la conducción de Marcelo Gallardo. Y nuevamente se transformó en uno de los protagonistas del torneo local, a fin de cuentas, un mandato de su historia. Peleó hasta la última fecha el Torneo de Primera División 2014, que terminó ganando Racing, y no afloja en este multitudinario campeonato que domina Boca.

Y a propósito de su enemigo público número uno, consiguió eliminarlo de los torneos internacionales dos veces en seis meses. Hasta se aseguró el boleto al Mundial de Clubes de Japón, que durante años fue la Meca azul y oro, porque Tigres jugó la Libertadores en calidad de invitado y no podrá representar a la Conmebol en el torneo que organiza la FIFA. Revirtió la tendencia.

“Estamos marcando una época”, dice D’Onofrio, recién aterrizado en Monterrey. Heredó un club desahuciado económicamente, con un pasivo de 600 millones de pesos y al galope de los triunfos y, en consecuencia, de los campeonatos, hoy es capaz de decir que refinanció la deuda y que el fútbol no le genera pérdidas. Por el contrario, el furor de la victoria produjo recaudaciones impactantes (se calcula que quedarán 25 millones de pesos en las boleterías) y una facturación millonaria en sponsors, venta de camisetas, marketing, cercana a los mil millones de pesos.

Hubo un acierto futbolístico. La contratación de Gallardo fue una apuesta que derribó los prejuicios, porque llegó impulsado por el manager, Enzo Francescoli, cuando el resto de los directivos pensaba en Ricardo Gareca, Marcelo Bielsa o Gerardo Martino. El Muñeco arribó a Núñez con la única experiencia de haber dirigido Nacional de Montevideo y le devolvió la identidad a River. Tenencia y circulación de pelota, fútbol de alto vuelo, intensidad, velocidad y contundencia en los metros finales de la cancha. Tuvo buen ojo para los refuerzos. Recuperó a Mora, a Ponzio, a Sánchez y se la jugó con Kranevitter. Y cuando tuvo que reinventarse, después de algunos baches, lo hizo. Justo él, sacrificó el enganche y le dio lugar al 4-4-2, sin dejar de ser ofensivo, pero buscando hacer un equipo más equilibrado.

Con Gallardo en el banco, River cosechó el 66 por ciento de los puntos que disputó, con 36 victorias, 24 empates y tan solo 7 derrotas. El técnico, sin dudas, es uno de los cimientos de esta reconstrucción institucional.

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