48 horas en Nueva York

Nueva York es uno de esos destinos que todos deberíamos visitar al menos una vez en la vida, una ciudad frenética, cosmopolita y donde es prácticamente imposible aburrirse. Aunque 48 horas es muy poco tiempo para descubrir en profundidad todos sus secretos, es suficiente para recorrer sus lugares más emblemáticos y aprovechar al máximo la visita a la Gran Manzana.

recomendable es tomar el metro. Otra opción, si se tiene paciencia, es intentar conseguir un taxi, aunque hacerlo en Manhattan puede convertirse en una experiencia estresante.

El itinerario propuesto está concebido para disfrutar intensamente de la ciudad en dos días, conocer los principales puntos de interés y sacar el máximo partido a la estancia por corta que sea.

Día 1
La mejor manera de empezar el recorrido es visitando una de las plazas más famosas del mundo: Times Square, donde es posible hacerse una idea del ritmo acelerado y del alma de esta gran ciudad, llena de gente, teatros y tiendas. Se puede desayunar un cream cheese bagel y un café en cualquiera de los numerosos puestos callejeros, al más puro estilo neoyorkino.

Con las fuerzas ya recuperadas, es el momento de visitar el pulmón verde de Nueva York; el famoso Central Park situado en el centro de Manhattan. Si el tiempo acompaña, es muy recomendable alquilar una bicicleta para pasear al lado de los lagos, fuentes, campos de béisbol y puentes que salpican el bello parque. Tras el recorrido de una hora, hay que cruzar Central Park en dirección este, pasando por el Strawberry Fields, el punto en el que John Lennon, integrante de The Beatles, fue asesinado en 1980, ahora convertido en un memorial.

Tras abandonar Central Park por la parte este, el primer e impresionante edificio que se vislumbra es el famoso Hotel Plaza, que ha aparecido en numerosas películas, justo al principio de La Quinta Avenida, mundialmente famosa por sus tiendas y sus apartamentos de alto nivel, aunque también cuenta con un gran número de edificios históricos, que merecen una vista rápida, como la Biblioteca Pública de Nueva York, el coqueto Bryant Park y la Catedral de San Patricio, construida en el siglo XIX gracias a la aportación de inmigrantes y de importantes personalidades, y cuyo estilo gótico contrasta con los modernos edificios que la rodean.

En frente de la catedral, se erige el impresionante Rockefeller Center y su conocida plaza en la que se ubica el restaurante Rock Center Café, donde se puede parar a almorzar mientras se disfruta de un ambiente único. Tras la comida, nada mejor que subir al observatorio Top of the Rock para obtener una de las panorámicas más increíbles de la Gran Manzana, con el Empire State y el Central Park como telón de fondo. En días claros, es posible incluso vislumbrar la emblemática Estatua de la Libertad.

Siguiendo hacia el sur por la Quinta Avenida, emerge el Empire State Building, el edificio más famoso de Nueva York y que cada noche, se viste de luces de colores dependiendo de la ocasión. Si se cuenta con tiempo suficiente y se quiere subir (el mejor momento para hacerlo es cuando comienza a anochecer para poder ver el alumbrado en todo su esplendor), es recomendable obtener el  ‘New York CityPass’, que incluye la entrada a varias atracciones y evita las largas filas de algunas de ellas.

Muy cerca, en la misma dirección, se asoma el original Flatiron Building con su forma triangular tras el Madison Square Park. Si se desea seguir paseando, uno de los rincones más bonitos y pintorescos de Nueva York es Greenwinch Village, el centro de la vida bohemia en la ciudad, repleto de tiendas con encanto y restaurantes pintorescos, sobre todo en la zona de Meatpacking, junto al río Hudson. Florent es uno de los restaurantes que se ha convertido en un mito en el distrito y funciona las 24 horas. Tras cenar, es imprescindible caminar por el Highline, un agradable paseo reconstruido sobre antiguas vías de tren. Se puede finalizar la jornada tomando un glamuroso coctel en Pastis, un local de copas muy famoso por haber aparecido en conocidas películas y series.

Día 2
No hay nada más auténtico que comenzar el día tomando un brunchen Nueva York, sobre todo si es fin de semana. Sarabeth’s, cerca de Times Square es uno de los restaurantes más frecuentados por los locales, por lo que se recomienda llegar antes de las 9 de la mañana. Su plato estrella es el Big Bad Wolf, un panqueque contundente para afrontar el día con energía.

El Puente de Brooklyn se ha convertido en uno de los emblemas de la ciudad que nunca duerme y cruzarlo caminando es una de las actividades que no pueden dejar de hacerse cuando se visita Nueva York.  Lo más recomendable es tomar un taxi o el metro (Brooklyn Bridge – City Hall Station) hasta la entrada del puente en Brooklyn y caminar los más de 1.800 metros que separan el borough de Brooklyn y el sur de Manhattan, mientras se disfruta de las maravillosas vistas sobre el East River y de la panorámica creada por los gigantes edificios como telón de fondo.

Justo al finalizar el trayecto del puente, se sitúa el Ayuntamiento de Nueva York y muy cerca, el distrito financiero, con el World Trade Center y Wall Street, donde se ubican el famoso New York Stock Exchange, el Federal Hall (ahora reconvertido en oficina de información turística) y el Monumento a Washington, en el lugar en el que se constituyó el primer congreso de Estados Unidos.

Otro de los monumentos que más caracterizan al país en general y a Nueva York en particular es la Estatua de la Libertad, que se encuentra en el río Hudson justo a la entrada de la ciudad. En Battery Park, es posible tomar el ferry a la Isla de la Libertad, pero suele haber una cola de dos o tres horas. Si se cuenta con poco tiempo, la mejor alternativa es descantarse por el ferry a Staten Island, que además de ser gratuito, pasa justo por la parte frontal de la Estatua de la Libertad. El trayecto dura entre una hora y una hora y media y permite disfrutar de una increíble panorámica de la ciudad.

Para finalizar la visita relámpago a Nueva York, se puede pasear por Broadway, llegando hasta Chinatown, un revoltijo de calles llenas de olores exóticos y curiosos puestos de comida callejera. Unas calles más abajo se pueden ver los coquetos restaurantes de Little Italy, donde se puede hacer una parada para comer. Si aun se tienen ganas, callejear por el moderno SoHo y sus tiendas de moda, puede ser una gran opción para dar por terminada la jornada.

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